Pedro Gilthoniel ambientó ayer el salón de actos del Club Prensa Asturiana de LA NUEVA ESPAÑA con incienso, pañuelos de seda y sonidos de cuencos tibetanos antes de iniciar su presentación y proyección de fotos sobre "El Tíbet: entre el cielo y el suelo".

"Los cuencos tibetanos se denominan también 'cuenco cantores', pero no son como las campanas en occidente, que tienen badajo, con perdón", explicó Gilthoniel, que habló también sobre su uso como "instrumento sanador, que se coloca junto a las partes del cuerpo donde se tiene una dolencia, y que están llenos de agua que vibra cuando es percutido o frotado".

El conferenciante también habló de los pañuelos de seda, "de la ruta de la seda, que como el Camino de Santiago tiene muchos caminos en Asia". Los pañuelos de seda natural "son en el Tíbet, como en otras partes de Asia, la manera de saludarse; se entregan con las dos manos y se reciben con las dos manos, como símbolo de respeto".

En consonancia con ello, Pedro Gilthoniel ofreció dos pañuelos de seda, uno blanco y otro naranja, para que los asistentes al acto se los fueran ofreciendo entre sí. Gilthoniel narró también al comienzo de su charla que "cuando tenía seis años tuve el sueño de ser Marco Polo, y me he convertido en Pedro Polo".

Así, "viajé en solitario 11.000 kilómetros por Asia, como Marco Polo 700 años antes, pero el Tíbet lo tenía descartado; sin embargo, en octubre de 2010, en la frontera de China y Mongolia, un chico me ofreció ir con su familia al Tíbet". Y, en efecto, Pedro Gilthoniel aceptó, porque "mi forma de viajar es que a cambio de comida y alojamiento doy clases de castellano o de inglés".

Su experiencia es que "la hospitalidad es algo sagrado para las culturas asiáticas, igualito que en España", ironizó. Respecto al Tíbet mismo, el conferenciante aseguró que visitarlo es "una de las experiencias más mágicas que puede tener un ser humano".

Es un mundo de montañas que impresionó a "alguien como yo, que vive en Luarca, en el puerto pesquero, junto al mar". Montañas, lagos y ríos son allí "objeto de peregrinación debido a las tradiciones de una cultura animista primitiva", de modo que "los lugares más inaccesibles están para ellos más cerca de los dioses".

El conferenciante describió "la meseta de Tíbet, muy alejada del mar, algo que condiciona su manera de vivir y de comer". Una meseta con "cuatro mil metros de altura de media en la que no existen ni primavera ni otoño, en la que hay pocas precipitaciones y sólo en forma de nieve o de lluvia durante los monzones".

Un lugar "inhóspito", en definitiva, que recibe el nombre de "el tercer polo de la Tierra, ya que en muchas zonas no se pasa de los cero grados de temperatura". En esa misma meseta "se halla la cuarta parte del agua del mundo, a causa de los deshielos de los montes del Himalaya, y cuenta con más de mil lagos, algunos de ellos salados".

"¿Qué ha hecho la gente para vivir en estas condiciones extremas?", se preguntó Pedro Gilthoniel. "La única manera fue dedicarse al pastoreo y al nomadismo, con los yaks, bóvidos adaptados a la altitud, y con los caballos, ovejas y cabras".

En la actualidad "un tercio de la población tibetana es nómada en un territorio equivalente a la superficie de Alemania, España y Francia juntas", describió el conferenciante ante un público entregado.