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La odisea de una mujer solidaria

María Manzaneque sufrió en 2009 la amputación de una pierna por ayudar a un accidentado

María Manzaneque, su marido y sus hijos, en una celebración familiar. LNE

A María Manzaneque le salió muy caro su gesto de solidaridad. Acompañada de su familia, bajaba el puerto de Pajares en coche. Vieron un turismo empotrado contra un quitamiedos, ella decidió auxiliar a sus ocupantes y fue arrollada por otro vehículo. Sucedió el 18 de enero de 2009. Hoy, casi seis años y medio después, se celebrará en Pola de Lena el juicio que determine la indemnización que debe recibir.

Lo que ya está bien fijado es el precio que ella ha tenido que pagar: la amputación de una pierna, la pérdida de un riñón y un catálogo de hasta veinte secuelas que acercan su grado de minusvalía al cien por ciento. Tras el accidente, estuvo más allá que acá, pero finalmente se quedó en este mundo. Entre otras razones, porque la necesitaban sus cuatro hijos... y también un buen puñado de personas amputadas a las que acude a visitar en el hospital para darles ánimos y transmitirles experiencias que puedan resultarles útiles.

María Manzaneque es la delegada en Asturias de la Asociación Nacional de Amputados de España (Andade). Nació y vive en Oviedo. Tiene 47 años. Si alguien la ve desenvolverse por la calle, la describirá como una mujer con buen aspecto y que simplemente precisa de una muleta para caminar. Si la observa en su casa, verá en primer lugar un domicilio que ha precisado múltiples reformas para que ella pueda moverse con cierta facilidad. Y luego verá que la vida cotidiana de María no tiene nada de fácil, que está condicionada por mil limitaciones, unas menudas y otras no tanto.

"María siempre muestra su mejor cara, pero las dificultades que afronta cada día sólo las conoce ella misma", corrobora una amiga suya. ¿Por qué una amiga y no la propia Manzaneque? Porque este periódico lleva varios años tratando de recabar su testimonio de forma directa y ella siempre ha pospuesto la entrevista hasta el momento en que se celebre el juicio y se dicte una sentencia sobre su caso.

Así pues, por el momento hay que conformarse con observaciones ajenas. Hasta la fecha, sólo han trascendido dos testimonios, y ambos tangenciales. Uno, el de su marido, Antonio Pérez-Campoamor, ex jugador profesional de baloncesto, quien el pasado 29 de marzo relataba en LA NUEVA ESPAÑA los detalles del accidente y la angustia sufrida durante las interminables semanas en las que su mujer se debatió entre la vida y la muerte.

El otro relato llevaba la firma de la propia María Manzaneque, quien el 28 de noviembre de 2012 publicó en este periódico, en la sección de cartas de los lectores, una misiva en la que rendía homenaje a Valentín Español, uno de los médicos que la atendió en la uvi del Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA), con motivo de su jubilación. De la emotiva carta puede extraerse un párrafo cargado de significado: "Allí, en reanimación (...), cuando no podía parar de llorar, apareció de nuevo el Dr. Español, para consolarme y convencerme de que recrearme en mis limitaciones me haría ser desgraciada, y de que si era capaz de aprovechar lo que aún puedo hacer y disfrutar de que la vida me ha dado una segunda oportunidad, sería feliz".

Casi seis años y medio después del desgraciado accidente, una aseveración es irrebatible: esta ovetense solidaria nunca se ha consentido a sí misma recrearse en sus limitaciones.

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