Remito el resumen de una carta muy educada que escribió mi padre al alcalde de Oviedo, bastante mal educado, pues aún no ha contestado. Lo único que sabe hacer bien, a lo que se ve, es tener ideas para cómo multarnos más caro y más frecuentemente.

"Excelentísimo señor Alcalde de Oviedo.

Mi mujer es minusválida del más alto grado, sólo puede ir en silla de ruedas y casi no habla, la tengo que acompañar imprescindiblemente a la consulta (...). Todos los meses tiene que ir necesariamente al neurólogo, de quien le dejo dirección, con piso incluido y número de teléfono, por si el guardia, cumpliendo las órdenes recibidas de usted, cree oportuno verificarlo. La acera donde estaba el coche es una esquina muy amplia, amplísima, donde el coche no molestaba ni a peatones ni a otros vehículos. He aparcado muchas veces, una al mes, en ese sitio. Y, naturalmente, seguiré aparcando, pues mi mujer, sin la silla de ruedas, no puede desplazarse ni un metro. Aumentaré en 100 euros los muy caros gastos mensuales de mi mujer, para pagar sus generosas, para usted, multas (...). Con sus guardias, que tanto facilitan la vida a los inválidos, he tenido hace tiempo otro incidente... Estaba aparcado frente al centro de minusválidos, en calle peatonal, esperando a mi mujer; pasa un coche de su Policía y me pregunta qué hago ahí. Le enseño la autorización pertinente, me pregunta uno que parecía un jefecillo, mientras el policía conductor ponía cara de asco y pregunta si está tan mal que no puedo esperarla en otro sitio. Le contesté preguntándole: '¿no le parece a usted una impertinencia grande preocuparse tanto por la salud de mi mujer? A mí no me preocupa la de la suya, aunque deseo que esté mejor que la mía'. Y me fui".