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con nombre propio | Jaime Álvarez-Buylla Menéndez | Médico y melómano

Todo un caballero

Echó a andar Rehablitación en la Residencia, preside la Sociedad Filarmónica y le premian los Rotarios

Todo un caballero

La habitación en la que nació miraba a la calle Cabo Noval, a la trasera de lo que entonces era el Banco de España y hoy es la sede de la Presidencia del Principado. A sus 83 años sigue viviendo en esa calle y sigue paseando por su ciudad, Oviedo, que define como "musical, universitaria y universal".

Jaime Álvarez-Buylla Menéndez (Oviedo, 22 de julio de 1931) ha contribuido a que Oviedo sea esa ciudad a la que adora y que defiende por encima de todo. Hoy estará pendiente del resultado de su equipo, aunque hace muchos años que dejó de ir al campo porque se ponía nervioso y le dolía la cabeza. Pero también lo estará del resultado electoral porque aunque no es político sí es ciudadano crítico al que nada de lo que ocurre en Oviedo le es ajeno. El Rotary Club le entregará el premio "Paul Harris" el próximo 4 de junio por una vida dedicada a la medicina y la cultura.

Sus primeros recuerdos no son gratos. Con tres años tuvo que dejar su casa al ver cómo hombres armados asaltaban en la Revolución del 34 el Banco de España. Fue un pequeño éxodo, hasta la cercana casa de una tía en la calle Martínez Marina, apenas unos cientos de metros, pero no sería el único. La Guerra Civil le obligó a abandonar Oviedo y le llevó a vivir a Castropol y Navia, de ahí su querencia por el Occidente asturiano. También vivió en Valladolid, donde estudió medicina, y en Madrid, donde amplió su formación.

Muchos ovetenses que no tienen lazos familiares con Álvarez-Buylla, le llaman "tío Jaime", lo que da la medida del cariño que le tiene la ciudad a un hombre que durante toda su vida ha sembrado precisamente eso, cariño. Amable, afable, tremendamente educado, respetuoso y cariñoso. Jaime Álvarez-Buylla siempre tiene presta una palabra amable, un buen gesto y la pregunta justa para interesarse por la familia o los problemas de su interlocutor; y ayudar a remediarlos si está en su mano. Un hombre agradecido que no pierde la ocasión de regalar flores a las damas, porque él a las mujeres las trata como damas, o una caja de bombones o pastas para los caballeros. No olvida un nombre, un cumpleaños o una fecha señalada y ahí envía una nota manuscrita y un presente, aunque en los últimos tiempos se ha empeñado en utilizar el ordenador y sorprende, ya pasados los 80, enviando correos electrónicos con sus particulares reflexiones llenas de sensibilidad. Quienes han compartido con él algún momento de su vida, ya sea personal o profesional le recuerdan con cariño y como un hombre leal a los suyos, elegante tanto en lo estético como en lo ético.

Hay dos ámbitos en los que Jaime Álvarez-Buylla ha volcado su vida, la medicina y la música. A la medicina llegó después de corretear de niño por el Sanatorio Getino que su padrino, Antonio Fernández Getino, tenía en la calle Asturias; a la música lo hizo por tradición familiar. Y ahí sigue, al frente de la Sociedad Filarmónica, la que construyó el Teatro Filarmónica. Hace años que no utiliza la bata blanca y que no tiene piano aunque de vez en cuando se escapa a Musical Arévalo, al lado de su casa, y toca algo cuando nadie le escucha.

Jaime Álvarez-Buylla sigue paseando por Oviedo impecablemente vestido con su abrigo "Loden" y en los últimos tiempos acompañado de un bastón que le permite seguir girando esas visitas que tanto le gusta hacer a sus amigos y que se remontan a la tertulia "Los Puritanos" en la que un grupo de aficionados discutía de ópera en el Café Peñalba.

Oviedo no se entiende sin ver a Jaime Álvarez-Buylla paseando por sus calles con su esposa, Margarita Álvarez Santullano, con la que se casó en 1958. Muchas de esas calles llevan nombres de familiares y amigos de este hombre que le da sentido a la palabra "caballero".

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