Cuando la madre de un alumno decide dar un paso tan serio y triste como poner una denuncia y sacar en un periódico un caso de acoso (LNE 30/05/2015), mal síntoma es dedicarse a comentar qué dijo o hizo o dejó de decir o hacer el niño acosado. Pero que además el colegio zanje el tema con un discreto silencio roto sólo para defenderse alegando haber puesto una denuncia a personas de fuera del centro, cuando parece evidente que el origen y raíz del conflicto está en el centro, y que a ese discreto silencio añadan además un lamento adicional porque se vea manchado su dulce nombre por la mala imagen que pueda acarrear esta denuncia a su colegio, la cosa empieza a meter miedo.

Llegados a un punto en que la madre, tras varias denuncias ante la dirección del centro y la Consejería, decide que el niño no acuda más a clase por motivos de salud e integridad física y, como último recurso, dar a conocer los hechos en un periódico, a uno le parece más que razonable cambiar el punto de mira hacia el colegio y hacia la Administración educativa.

Poco aporta ahora si se siguieron los protocolos adecuados o no (que en este caso lo dudo), el problema es el resultado notorio de chapuza monumental y negligencia imperdonable con grave riesgo para un niño, y probablemente para muchos otros que guardan el consabido silencio en estos casos. Que este centro (de reconocida mala fama ya por sus tradicionalmente pésimos resultados en PAU) no reciba una inspección de oficio por lo ocurrido para ayudarle a arrepentirse de sus pecados de negligencia, desamparo y falta de caridad y compasión (no digo de justicia porque igual no se me entiende) en la gestión de este caso y que le sirva de acto de contrición con un vía crucis continuo alrededor de una iglesia circular, es imperdonable. Que a un centro privado subvencionado con dinero público (mi dinero) se le deje tan de la mano en todo hasta dejarle que se permita el lujo de hacer lamentos adicionales estigmatizando a este chico que lo que necesita es protección y soluciones, como un engorro que deja mal al centro, está pidiendo a gritos una pequeña reprimenda en el Juzgado.

No sé en su país, pero en el que yo aspiro a vivir se le suspenden fulminantemente los conciertos a los centros que no ponen como prioridad la integridad de sus alumnos; se pide perdón públicamente desde las instituciones por la falta de diligencia y, de manera educada y con la cabeza gacha, se presentan en bloque renuncias a cargos obtenidos a dedo y en los que se cobran más de 2.500 y 3.000 euros al mes sacados de lo que pagan las familias a través de sus impuestos.