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Tinte de ilusión

El ascenso del Oviedo viste de azul la ciudad y la llena de alegría; que dure

La fuente de la plaza de América teñida de azul. NACHO OREJAS

Dios es azul, decía Juan Ramón Jiménez y quizá ese dios lírico sea el que ahora se pasea por Oviedo, tiñéndolo todo, del azul de las fuentes, a las banderas de los balcones. Recuerda el azulete que antes se echaba en el agua de la ropa blanca para emular a las vecinas. Todo ese azul viene porque el equipo de fútbol de la ciudad, tras no pocas tribulaciones, volvió a una división más propia de su historia, como escalón intermedio para seguir subiendo.

Da gusto ver las calles y las gentes con cara de felicidad, cubierto todo de un manto de ilusión que quiere borrar otros quebrantos, paréntesis entre La Balesquida y el Corpus, a la espera de lo del día 13, San Antonio de Padua, el santo de los niños ovetenses, que en otro tiempo hacía procesión hasta el Campo de San Francisco, desde la iglesia de San Juan, con la imagen que también tiene su historia.

Es evidente que el fútbol no es lo mío, y procuro no escribir de lo que desconozco, habiendo como hay tanta gente ducha y apasionada. Solamente fui a un partido en mi vida, por acompañar a Luis Riera, siempre entusiasta. Ahora, lo del Oviedo y el azul desborda los cauces y lo tiñe todo de ilusión, incluidos muchos escaparates, que devuelven la imagen del Oviedo que no debe dejar de ser.

Que dure.

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