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Balance del primer aniversario del nuevo HUCA (II)

Un hospital con banco, peluquería y panadería

El nuevo HUCA acoge en su interior una serie de servicios para hacer más cómoda y familiar la estancia en el centro sanitario

Susana Fernández, tras el mostrador, en el quiosco del Hospital. MIKI LÓPEZ

Es un día laborable, en mitad de la semana, media mañana. Susana Fernández atiende el mostrador del quiosco, un establecimiento que ofrece un poco de todo. Hay cola para pagar las chuches, una mujer pregunta por la novela que ha encargado, un chaval se va cargado de periódicos y varias chicas rebuscan por las estanterías. Durante un buen rato, la dependienta no tiene respiro. La mayor parte de sus clientes llevan bata blanca y la tratan con familiaridad. En la tienda de al lado venden pan del día. Una mujer entra y pide que le preparen unas barras para llevar. Un poco más allá, en la peluquería, la encargada asesora a una señora sobre los usos de un producto y en la ortopedia una joven atiende el teléfono. La gente entra y sale del banco, se toma un café o come algo en el restaurante y también hay un par de puestos donde tentar a la suerte comprando cupones y lotería. Esa actividad, la que hay en cualquier barrio, discurre en el interior del Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA).

De la ciudad a escala que es el Hospital de La Cadellada, al que cada día acuden a trabajar 5.500 personas y pasan camino de las consultas una media de 2.000, se puede salir con la compra medio hecha. Gispasa, que es la propietaria de los locales comerciales y que los cede en régimen de arrendamiento por tres años, ha dispuesto una pequeña galería comercial en la planta baja del edificio de hospitalización. Hay también alguna tienda en la zona de consultas externas y tres cafeterías. Con todo ello el complejo sanitario, de largas distancias y amplios espacios, funcional y moderno, adquiere un aire más habitable.

Mantener un negocio en un hospital tiene ciertas peculiaridades, por muy usual que sea el servicio o el producto que se ofrece. Silvia Suárez es la encargada de la peluquería unisex que hay al final de la galería comercial y explica, ante dos empleadas que confirman sus palabras, que "esto es distinto a estar en la calle, las exigencias son mayores. De cara a la gente hay que mostrar más delicadeza, muchas de las personas que vienen necesitan desahogarse y evadirse". Sostiene que hacen "una labor social" porque contribuyen al bienestar de los pacientes -ofrecen ciertos servicios a habitaciones- y sus acompañantes. Además, subraya que su actividad está sujeta a una regulación específica por estar desarrollándose en un centro sanitario, con unas pautas higiénicas y unos protocolos de trabajo muy específicos.

Esa es otra de las singularidades de regentar una tienda en un complejo sanitario: hay normas distintas a las de la calle. Eso cuenta la mujer que atiende la panadería abierta por la Fundación ONCE. Marián -que así se llama y que insiste en que no se publique su apellido- explica que por estar abiertos en un centro sanitario ningún establecimiento puede ofrecer tabaco o alcohol. Ella vende productos gourmet pensando en quienes necesitan un regalo, pero también pan recién horneado y pastelería artesana. La tienda cuenta con dos empleados y la afluencia de clientes es muy desigual. "Hay días en los que no para de entrar gente y días en los que no entra nadie. Los viernes suele ser un día de más actividad, porque hay muchas altas y se llevan mucho pan", comenta la dependienta.

Lo confirma Rebeca Suárez en la ortopedia que hay enfrente y que también ha notado que los viernes hay más ajetreo. En el establecimiento hay "un poco de todo". Entran buscando algo que un enfermo o su acompañante ha olvidado, que les resuelva la urgencia, o un regalo de última hora, cuenta. Lo más demandado son productos de higiene personal.

La empleada de la ortopedia echa de menos un cartel que indique la zona comercial, en la que aún quedan algunos locales por ocupar y que desde la entrada del edificio de hospitalización pasa desapercibida en uno de los pasillos. Los horarios son muy variados, aunque ningún negocio cierra a la hora de comer y algunos también están abiertos los sábados. Como en la calle en pleno Hospital.

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