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Una regla para medir la enfermedad mental

La psiquiatra ovetense Isabel Menéndez traslada a la medicina española una escala que evalúa las habilidades de los enfermos mentales más graves

Isabel Menéndez Miranda. MIKI LÓPEZ

Decir esquizofrenia o trastorno bipolar es decir mucho y, a la vez, es decir muy poco. "Sucede como con el cáncer. Los niveles de gravedad pueden ser muy diversos. Unos pacientes podrán hacer una vida tan normal como cualquier persona (casarse, tener hijos, desempeñar un trabajo...) y otros sólo podrán alcanzar objetivos mucho más limitados", explica la psiquiatra Isabel Menéndez Miranda (Oviedo, 1980). ¿Cómo determinarlo? La doctora Menéndez defendió anteayer jueves -con la máxima calificación- una tesis doctoral gracias a la cual los psiquiatras españoles disponen de un nuevo instrumento para medir la capacidad funcional de los enfermos bipolares o esquizofrénicos.

La especialista asturiana ha validado al español -al idioma, a la cultura, al contexto de nuestro país- una herramienta para establecer las habilidades reales de los afectados por las citadas patologías. Se trata de la escala UPSA, diseñada en la Universidad de California y cada vez más empleada en Estados Unidos y en otros países, tanto en ensayos clínicos de nuevos fármacos como en la práctica médica cotidiana.

La regla mide cuatro parámetros: manejo del dinero, uso del teléfono y capacidad de comunicación en general, planificación y organización de tareas cotidianas, y manejo en el transporte público. "Una vez que conoces las limitaciones reales del paciente, porque has podido medirlas, puedes adaptar los tratamientos para mejorar su vida cotidiana". Dicho de otro modo: "Una vez que conoces los déficits del paciente, puedes incidir en un aspecto u otro". La herramienta también ayuda a predecir el nivel de funcionamiento del enfermo y a desarrollar una estrategia. Por ejemplo, "hemos visto que los pacientes con mayor nivel educativo son capaces de hacer más cosas", explica la psiquiatra ovetense.

La escala UPSA se limita a medir, pero aporta unos datos muy útiles para el médico. "Una vez que mides, sabes qué problemas tienes delante y, eventualmente, puedes modular los tratamientos". Es una herramienta de uso directo con el enfermo. "La idea es medir su capacidad funcional para así poder tratarlo. La escala ayuda a marcarse objetivos", indica la autora de la investigación, llevada a cabo en pacientes de diversos centros sanitarios del país: 139 con esquizofrenia, 57 con trastorno bipolar y 31 controles (personas sanas). El estudio ha sido ejecutado en el marco del Centro de Investigación Biomédica en Red de Salud Mental (Cibersam).

La escala ha sido traducida, retrotraducida, adaptada culturalmente con una serie de matices y, finalmente, pasada a un grupo de pacientes. "Lo que hemos visto es que la versión española mide lo que mismo que mide en la población americana o en la del resto de los países en los que ya está validada", señala Isabel Menéndez, cuya tesis ha sido dirigida por los catedráticos de psiquiatría Paz García-Portilla y Julio Bobes.

No se trataba de realizar un simple trabajo gramatical. "Cuando una escala ha sido diseñada en una determinada población, no basta con traducirla. Hay que demostrar que es válida para medir lo que tiene que medir". Existen diferencias culturales que van más allá de la traducción y que pueden condicionar el modo de medir los conceptos. Un ejemplo. "La versión larga de la escala mide cuatro epígrafes, y la corta, dos. Pues bien, la corta en Estados Unidos incluye manejo de dinero y comunicación, y a nosotros nos salió comunicación y transporte. Porque en nuestra población son los criterios más adecuados para discriminar entre sanos y enfermos". La versión breve exige unos diez minutos de interacción entre el psiquiatra y el enfermos; la larga, en torno a media hora.

La regla UPSA está incluida en la batería de pruebas que se emplea en los pacientes para evaluar si un determinado tratamiento farmacológico, además de minimizar los síntomas, supone una ventaja desde el punto de vista cognitivo (funciones superiores, la memoria por ejemplo) y de funcionamiento de los pacientes (su capacidad de hacer cosas). ¿Qué beneficios acarrea? "Fundamentalmente, que cuanto mejor conozcamos los profesionales las limitaciones funcionales del paciente mejor podremos ayudarle. Y también podremos ver su evolución a largo plazo".

Explica la doctora Menéndez que, tiempo atrás, "todas las investigaciones se centraban en la discapacidad, en los síntomas más floridos de las enfermedades, que en el caso de la esquizofrenia son los delirios y las alucinaciones, y en el trastorno bipolar los síntomas afectivos". El paradigma ha cambiado: "Ahora se evalúa el nivel de funcionamiento en la vida cotidiana: lo que una persona es capaz de hacer". La palabra funcionamiento fue incluida por vez primera en una clasificación en el año 2001 por la Organización Mundial de la Salud (OMS).

A juicio de Isabel Menéndez Miranda, la relevancia de validar esta escala se centra en que "no puedes mejorar algo si no sabes en qué nivel está, de qué base partes. No sólo con fármacos, sino con todo el arsenal terapéutico del que dispones. Con este instrumento podemos mejorar lo que los psiquiatras sabemos sobre el funcionamiento de nuestros pacientes".

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