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Un momento vital

Julio Cedrón, cuarto estrecho, mundo ancho

El productor audiovisual ovetense recuerda su infancia en una familia obrera con tensión matrimonial y sin medios para que pudiera estudiar en la Universidad

Julio Cedrón, a los 8 años.

Julio Cedrón se despidió de Chus, su amigo más antiguo, en el portal de la calle Monte Auseva de Oviedo después de jugar un partido con otros chavales de Ciudad Naranco. Era una tarde de la primavera de 1983 y los amigos tenían 14 años.

Chus todavía no había pegado el estirón, era moreno y jugaba muy rápido. Era serio pero simpático, sereno para lo bueno y para lo malo. Vivía en Montes del Sueve, una calle paralela a la suya, y cuando iban a jugar a su casa su madre siempre estaba. Tenía un hermano y una hermana. Estudiaba en el colegio de Loyola.

Julio era flaco, jugaba de delantero centro y era alegre, inquieto, positivo y animoso. Estudiaba en el colegio de los jesuitas del Padre Ferrero de la calle General Elorza, donde comía todos los días y acababa de terminar la EGB con muy buenas notas y una recomendación de los profesores de que siguiera el Bachiller Unificado Polivalente con vistas a estudiar una carrera universitaria.

Subió los cuatro pisos de escaleras, entró en casa y se fue a la habitación, abuhardillada en parte, iluminada por una claraboya, donde dormía con su hermano Javier, dos años mayor.

Era un cuarto austero con dos camas de 90, una mesita de noche, una lamparita y las paredes pintadas de blanco, sin más adorno que una estantería de un metro en la que había alguna figurita de juguete, una taza de cerámica que le gustaba, un libro de Astérix que le había regalado un tío por un cumpleaños y una enciclopedia Álvarez que se había leído entera. Allí había aprendido que el edificio más alto de España era el edificio España que estaba en Madrid.

Enseguida le llamarían para la cena en la cocina, un espacio grande con cocina de carbón y una mesa rectangular para sus padres, su hermano mayor, Fernando; Javier y él. La cocina era el escenario de los mejores y de los peores momentos. Era el calor y la comida, pero también el conflicto entre sus padres desde que le alcanzaba la memoria.

Su padre, Julio García, era un albañil llegado de Santander y su madre, Consuelo Cedrón, una limpiadora de hogar que había venido de Pola de Allande y trabajaba para una familia de la alta burguesía de Oviedo que se comportaban muy generosamente con ella. En aquella tensión matrimonial, los hijos se habían situado del lado de la madre.

El ambiente de casa era un secreto que dejaba guardado en casa cuando salía a jugar a los solares del barrio con amigos que tenían mejor ambiente familiar, más posibilidades económicas, estudiaban en el Loyola o en los Maristas y que habían tenido para Reyes el camión Pegaso de Rico, la Bicicross o el monopatín Skider.

De las discusiones de los padres no se decía palabra. Ni siquiera estaba bien visto que su madre se quejara. No había ley de divorcio que permitiera vivir de otra manera. En su casa no tenían coche, el televisor era en blanco y negro y eso a Julio le acomplejaba. En su casa no había libros, ni enciclopedias, ni más mesa para estudiar que la de la cocina y la usaba de noche, cuando la familia dormía.

Su madre era una mujer generosa que le daba total libertad para elegir lo que le hiciera más feliz, pero en aquellos días, después de las buenas notas y la indicación de que hiciera carrera, le hubiera gustado que supiera darle algunas referencia de cuál era la mejor elección.

En la incertidumbre tenía dos certezas: que sus padres no se podían permitir pagarle el Bachiller y la carrera y que el mundo era más ancho que la vida en casa y podía tener un orden mejor, como sabía por los amigos y vecinos.

Necesitaba una salida más corta y más rápida que la larga y demorada de la carrera universitaria y eso se lo daba la Formación Profesional.

Julio tenía de su padre una habilidad manual que se había desarrollado porque las cosas de casa se hacían en familia. Hacía cola, empapelaba, pintaba, cambiaba un enchufe. Además había aprendido a estudiar solo y no les tenía miedo a los libros. La electrónica digital era una enseñanza que parecía tener futuro.

Perfil

Julio García Cedrón (Oviedo, 1969) pasa desde hace dos años la asfixia de la crisis al sector audiovisual asturiano en el que su empresa, DP Communication, fundada en 2001, hizo importantes inversiones. Está casado con Beatriz y viven en Lugo de Llanera.

Técnico superior en realización de TV y Espectáculos, se licenció en Comunicación Audiovisual en Madrid, empezó Ingeniería de Telecomunicaciones, está en último curso de Periodismo y estudia Psicología por la UNED.

Su empresa fue pionera en formación audiovisual en Asturias y en HD, llevó la dirección de fotografía de la Copa Confederación (2009) y del Mundial de Sudáfrica para Tele 5. Hace el informativo de los premios "Príncipe de Asturias" para Mediaset desde 2008, creó una cabecera de la mañanas de Cuatro y ha producido spots y cortos. Sus documentales le han llevado a grabar auroras boreales en Islandia, a convivir un mes con esquimales en el norte de Canadá, a Tierra de Fuego y al corazón de África.

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