Osvaldo Grimau (Buenos Aires, 1968) es "un soñador al que siempre le gustó luchar por la música". De madre asturiana y padre siciliano, lleva 22 años dedicado en cuerpo y alma al mundo de la canción. En sus inicios, trabajó como vocalista en varias orquestas de Argentina, mientras lo compaginaba con su labor como profesor de canto (que actualmente desarrolla en su propia casa, donde dispone de un estudio que también aprovecha para grabar sus propios temas). A los 39 años, decidió probar suerte en Asturias, la tierra de su madre. "Al fallecer mi abuela, que vivía acá, tuve facilidades para hacerme con un piso en Oviedo; además, me junté con una asturiana, así que no tuve más remedio que quedarme".

Antes de quedarse a vivir, había venido varias veces "de paseo, a pasar unos días". "Al venir, descubrí que me gustaba lo que veía, especialmente la calidez de la gente, que es enorme", asevera Grimau. "Siempre quise ser músico. Mis padres, desde chiquito, me inculcaron mucha cultura musical. Mi padre también cantaba, aunque sin dedicarse profesionalmente a ello. A los siete años, ya tocaba la guitarra, y poco más tarde, empecé a componer", explica el cantautor argentino.

Ahora, con la voz -un poco más cascada- de la experiencia, busca dar un aire más romántico a su nueva obra, "Escritos y versiones", que abarcará interpretaciones de temas conocidos y algunas creaciones propias. Según cuenta, quiere "reconciliarse con la poesía, que la gente tenga que pararse a escuchar sus canciones".

Este nuevo trabajo será su sexta compilación, la primera en España. "El repertorio va desde canciones clásicas hasta Nino Bravo, pero el fondo de todo esto es hablar de romances, de sueños... Quiero colorear mi música de azul", asegura el cantante.

Va a mover su disco de manera independiente, aprovechando el estudio que tiene en su casa, y aportando de su bolsillo "lo que haga falta". "Ojalá que aparezca alguna discográfica", señala.

Además de en América del Sur y España, Osvaldo Grimau pasó una etapa de su vida en Estados Unidos, "probando suerte". "No me adapté a la cultura de allá, intente ser un Bon Jovi y fracasé", relata, con cierto aire nostálgico. Tras experiencias como ésta, Grimau se percató de que el tiempo pasa para todos, incluido él. "Ya tenía una edad y necesitaba un sitio donde estabilizarme, no podía andar por ahí haciéndome el pirata", sostiene.

En una época de dificultades económicas como la actual, vivir de la música puede parecer poco menos que una utopía. "Se necesita compromiso; sin eso no vamos a ningún lado. Como todo, tiene sus pros y sus contras: el jueves operan a mi chica, y el fin de semana tengo concretados un par de shows, así que no podré estar con ella todo el tiempo que quisiera", subraya el bonaerense, quien añade que, un compositor como él, "siempre tiene que tener algo en mente, que además esté relacionado con el contexto musical y social del momento: todo esto, al final, va de vender un producto".

Sasha, de 18 años, e Ian, de 16, son las dos cuerdas que aún le atan a su país de origen. "A los dos les ha picado ya el gusanillo de la la música", explica su orgulloso padre. Dice que "espera poder traerlos este año, aunque solo sea de paseo". Ante la posibilidad de vivir con ellos en Oviedo, comenta que "no quiere que emigren mientras no tengan algo seguro aquí", pues "no todo es tan fácil como la gente se cree".

Pero no sólo de música se alimenta la mente de este inquieto argentino. También escribe poesía, aunque él precisa que "más que poesía, son monólogos, reflexiones que redacta para dar forma a sus locuras". "No me canso de repetir que mi vida es un sueño constante: sueño con traerme a mis hijos, sueño con enamorarme, sueño con mi nuevo proyecto... Mi vida es un sueño que, poco a poco, se va manifestando", asevera un Grimau que nunca ha logrado tener continuidad en el arte de la pluma y el papel, según él, por ser "muy volado". "Me voy fácilmente de los temas, puedo estar tratando algo hipersexual y, de repente, arrancar con un amor dramático", comenta. Concluye que "no sirve para escribir", y que lo hace "sólo por manifestarse", lo que inevitablemente le lleva a ponerse a componer canciones. "El resultado de lo que haces nunca llega a ser el que quieres, pero por suerte siempre hay gente a la que le gusta", sentencia.

Resulta obvio mencionar que hay ciertos aspectos de los que todo emigrante habla con melancolía cuando echa la vista atrás. Grimau no es una excepción. "Echo de menos Buenos Aires, el aroma a tango de sus calles; por eso lo canto, porque me acerca a mis raíces", explica el cantautor.

En cuanto a su futuro, Grimau no tiene ninguna duda: "Mi objetivo inmediato es mover el disco en el que estoy trabajando; más allá de eso, me conformo con ser feliz: un abrazo de mis hijos, el aplauso del público... Siempre hay algo bueno dentro de la mierda".