Hace unos cuantos años que Egduno Expósito (Oviedo, 1932) dejó de trabajar en su clínica de fisiatría, pero sus inquietudes por las cuestiones de la salud no le han abandonado. Quienes le conocen saben bien de su preocupación por cuidar la circulación de la sangre en su viaje por todo el sistema para asegurar la correcta oxigenación del organismo. Así quedó patente durante su encuentro con LA NUEVA ESPAÑA con motivo de una vida dedicada a la música, que le ha dado honores como el de poder decir que "todos los centros españoles estuvieron en mi mano, incluido el Centro Asturiano de Caracas", donde colaboró como profesor y músico durante once años.

Fisiatra y artista, el gusanillo de la música despertó en Expósito durante su adolescencia. Por sus venas empezaron a correr acordes y ritmos, hasta que lo que empezó a mover su corazón no fue sangre oxigenada, sino pura música, a la que define literariamente como "el acento que el mundo arrobado lanza para el mejor sentimiento".

Con 25 años, decidió hacer las maletas y alejarse de una ciudad en la que "la relación con mi padre no era muy buena y no veía mucho futuro...". Asesorado por algunas voces que le indicaban que Caracas estaba viviendo una época mucho más dulce, decidió que ese sería su destino. "Al día siguiente de llegar a Venezuela ya empecé a trabajar como peluquero, oficio que me había enseñado mi padre".

Pero la formación que Expósito había recibido en solfeo y en guitarra en Oviedo antes de irse fue más que suficiente para que, a los pocos meses de residir en el país latinoamericano, fuera solicitado para dar clases de música y canto en un colegio de monjas de la capital.

A esta oportunidad le siguieron contratos hasta en 24 colegios diferentes, así como colaboraciones con el Cachirulo de Aragón, los Amigos de Santiago o el Centro Asturiano de Caracas. "Todos los centros de España estuvieron en algún momento en mis manos. Aunque para el Centro Asturiano siempre trabajé voluntariamente, sé que, en Caracas, tuve la suerte de vivir acomodadamente, sin preocupaciones... En alguna ocasión, llegué a ingresar mensualmente el equivalente en poder adquisitivo a 24.000 euros de los de ahora, y me relacioné siempre con las clases medias y altas".

De hecho, fue trabajando allí cuando tuvo ocasión de tocar junto a exitosos artistas del momento, como el gijonés José González "El Presi", que fue llevado por el Centro Asturiano a Venezuela, donde actuó en el Teatro Nacional de Caracas. "Probablemente yo habría tenido éxito porque, cuando lo acompañé a la guitarra, 'El Presi' se deshizo en elogios hacia mi música; en cambio, nunca la comercialicé". Así, el punto débil de este particular ritmo sanguíneo musical que mueve a Expósito estriba precisamente en la distribución de sus creaciones.

A lo largo de su dilatada carrera, fueron saliéndole pequeñas varices que le disuadieron o impidieron dar a conocer su música. "Sé hacer absolutamente todos los ritmos suramericanos a la guitarra, desde merengues hasta cuecas chilenas, algo que no mucha gente puede decir, y tengo grabados dos 'long plays', pero siempre fui muy mal comerciante", lamenta. Y eso que la guitarra es tan sólo uno de los siete instrumentos que Expósito domina a la perfección. El laúd, la bandolina, la bandurria, el timple canario, el cuatro venezolano y el ukelele entran también en su lista de compañeros musicales.

Además, ha trabajado el arte de la poesía. "Tengo más de 350 piezas compuestas, la mayoría románticas, que decidí acompañar de letra. Algunas están escritas con la picaresca que aprendí de mi abuelo". De esta forma, Expósito pone de manifiesto su disconformidad con situaciones que considera inadmisibles: "Escribí muchas canciones de protesta, juiciosas, contra asuntos como la violencia machista, que me parece despreciable".

Expósito habla en sus letras de "gobiernos dormidos" y de "leyes en coma" que "no ponen fin a estas situaciones de las que yo me quejo en las canciones, porque no hay sistema ni partido que pueda arreglar esto sin antes educar al pueblo". Para este artista, estamos asistiendo a "una rotunda pérdida de valores, nos estamos haciendo muy violentos, acostumbrados a vivir con prisas e inmersos en una cultura mediocre".

Su lírica destila cierto anhelo por "recuperar la ternura con la que criar a los niños, tanto en casa como en los colegios, la paciencia para dedicarles el tiempo y la dulzura que necesitan para aprender a comportarse como personas y despertar su interés por la cultura". Por eso, Expósito, ya retirado, sigue tratando de contribuir a la sociedad, colaborando como miembro del coro Son Astur de Oviedo y de la Compañía Asturiana de Zarzuela y Teatro.

Para su propio disfrute, acude siempre fiel a sesiones de baile, como las de verano en el ovetense Paseo del Bombé, que el pasado jueves llegaron a su fin. Pero a Expósito no parece importarle demasiado la espera hasta 2016, porque si hay un lugar donde la música nunca deja de bombear es en su corazón.