Elena FERNÁNDEZ-PELLO

Hoy, a las siete de la mañana, Alberto Polledo, librero jubilado y escritor, tenía previsto visitar al Salvador, en la Catedral, y emprender el Camino de la Costa hacia Santiago. Irá solo, sabiendo que en el trayecto encontrará compañía, y ligero de equipaje, porque como experimentado montañero ha comprobado que a medida que avanza encuentra lo que necesita. Su tercera incursión en la Ruta Jacobea coincide con la llegada a las tiendas del segundo libro que escribe sobre ella, "Camino de San Salvador", que está dedicado al tramo entre León y Oviedo. Habrá una tercera entrega, adelanta, en la que describirá el viaje que empieza hoy.

Polledo reconoce su fascinación por el Camino. Cuenta que le gusta ir charlando con la gente que encuentra, contemplar la naturaleza, detenerse en los monumentos e ir tomando notas para sus libros. "Caminar es vivir, sentirse vivo", afirma. Esa pasión por andar y mirar atentamente todo lo que le va saliendo al paso le viene de niño. Ahora cada día recorre entre 12 y 13 kilómetros, ayer mismo había subido al Monsacro. Por la tarde tenía por preparar la mochila que llevará por el Camino de la Costa, y en la que cargará con poca cosa: algo de ropa, un paraguas y un chubasquero y algunos objetos de aseo personal. Saldrá de Oviedo en dirección a Cornellana, de allí a la Espina, Almuña, La Caridad y Castropol. No se ha impuesto tiempos ni kilómetros, porque es el Camino el que los marca. "Unos días está fresquín y andas más, otro te entretienes haciendo fotos o charlando con alguien y haces menos", explica. Alberto Polledo calcula que no tardará en completar la ruta que empieza hoy más de 14 días.

Al llegar a Castropol le espera una breve navegación. "No quiero atravesar el puente de Todos los Santos a pie, quiero hacerlo en barca como los antiguos peregrinos", cuenta. Para ello ha contactado con un amigo que le conducirá hasta la otra orilla, en Ribadeo, en su embarcación.

La Ruta Jacobea, con la afluencia de peregrinos, "da vida y evita el despoblamiento de los pueblos", según Polledo, satisfecho con el mantenimiento de las sendas y con la cobertura y la atención que ofrecen los albergues. "Cuando nos quejamos lo hacemos de vicio, porque estamos acostumbrados al buen vivir", reflexiona.

"El Camino es un fin para encontrarte, te obliga a convivir contigo mismo. Vas andando y vas meditando", comenta el escritor. "Compruebas que la felicidad reside en las pequeñas cosas", añade. Las que él encontró en sus anteriores viajes están contenidas en "Buen Camino", su libre el trayecto primitivo, y el recién publicado "Camino de San Salvador", ambos con una portada ilustrada por Manuel Linares.