Se llama Vera Celorio, tiene once años y de mayor quiere ser ingeniera. Ella no se acuerda, pero cuando era una niña de año y medio y le empezaron a añadir gluten en el biberón su salud comenzó a empeorar: las diarreas, los vómitos, la pérdida de apetito, los dolores del cuerpo, los lloros... Llegó incluso a dejar de caminar. Sus padres, Carlos Celorio y Elena Díaz, la llevaron al médico y recibieron un susto que todavía les provoca escalofríos. La pequeña ingresó al borde de la crisis celiaca y, de haber esperado un poco más, no se sabe si habría sobrevivido. Tal cual.

Hoy Vera, que estudia sexto de primaria en el colegio de Villafría, es una niña de voz suave a la que le encantan las manualidades y la gimnasia rítmica. Una niña que podrá llegar esta mañana al cole y contarle a sus amigas que ayer, por fin, pudo disfrutar del día grande de San Mateo como ellas: comiendo el bollu preñáu en el centro de Oviedo, como manda la tradición, sin necesidad de sentirse diferente.

Porque ayer los celiacos no fueron diferentes a nadie en el San Mateo más multitudinario e integrador. La Sociedad Ovetense de Festejos (SOF) reservó 200 bollos sin gluten para repartir entre personas con una enfermedad que afecta al uno por ciento de la población. Y allí estaba Vera, tan contenta con su bollo. Y ahí estaba Mónica Cortina, tan contenta con el suyo. Y así hasta varias decenas de personas intolerantes al gluten, que es una proteína que se encuentra en el trigo, la cebada, el centeno o la avena, entre otros cereales.

Mónica tiene 41 años y se enteró hace tres. Porque esta enfermedad es tan escurridiza que el 90 por ciento de los que la padecen están todavía sin diagnosticar, según datos de la Asociación Celiaca del Principado de Asturias. "Esto de poder comer el bollo normalmente es una pasada. Nos sentimos iguales al resto. Puede parecer insignificante para la gente, pero para nosotros es un gran paso", explica Mónica vestida de asturiana. "Ahora me puedo ir con mi familia y mis amigas sin tener que traerme algo de casa", comenta.

Vera, Mónica y el resto de celiacos fueron la novedad de una jornada festiva con buen tiempo y el Campo San Francisco repleto de gente.