El color y el ruido mantuvieron ayer una encarnizada batalla por el aplauso del público que acabó en tablas en el Parque de Invierno durante una de las noches de fuegos artificiales más largas de las últimas ediciones de San Mateo, con veinticinco generosos minutos de grandes éxitos y novedades pirotécnicas.

Las palmeras (algunas en tonalidad azul Oviedo), los sauces llorones o los gusanitos -figuras conocidas por la mayoría- se intercalaron en el cielo con los llamados huevos de dragón (bolas de colores que generan chispas y se desvanecen en una explosión), o el efecto Kamuro, una sucesión de palmeras doradas que se descuelgan a la vez. Al final, la empresa Pirotecnias Pablo dejó claro que es de Cangas del Narcea, al rematar la velada con una descarga al estilo de su concejo, aunque salvando las distancias.

Miles de personas disfrutaron tras el cordón de seguridad de un espectáculo que, al contrario que en ediciones anteriores, no quedó deslucido por el humo generado por los propios fuegos y que permanecían como una espesa niebla sobre la Casona de la Montaña (cercana al lugar de lanzamiento).

Al cierre de esta edición, los sanitarios no habían tenido que realizar servicios urgentes.