La casa ovetense de Efraín Canella era como un museo donde cada pieza tenía su historia y cada historia un lugar en la memoria de este astur-cubano de sonrisa franca, uno de los últimos caballeros al estilo clásico, como de otro tiempo, que paseaban por Oviedo. Efraín Canella Gutiérrez falleció anteayer en la capital asturiana y deja amplio hueco entre los que le conocieron. Hombre bueno en esencia, historiador autodidacta y estudioso de Asturias.

En la redacción de LA NUEVA ESPAÑA se le recuerda con carpeta bajo el brazo. "Vengo con algo que te va a interesar". Era el punto inicial de un diálogo que solía acabar en noticia impresa. Y comenzaba un ritual de apertura de papeles amarillentos, viejos relatos del Caribe, emigración y distancia. Biografía intensa la suya, sustanciada en miles y miles de papeles de los que extraía recuerdos vivos, anécdotas jugosas; a veces pequeñas joyas periodísticas.

Daba lo que tenía, explicaba al periodista lo que para él resultaba obvio. Generoso y discreto, que son dos cualidades que suelen ir a la par. Nunca buscó protagonismo en aquellas buenas historias que contaban hechos del pasado con moraleja en el presente. "Como mucho, me nombras", solía acceder Efraín Canella cuando el redactor insistía en hacer valer la fuente del reportaje.

Había nacido en el año 1930 en Cuba, se había licenciado en Derecho en la Universidad de Oviedo, fue juez de primera instancia en Laviana y Aller, y trabajó como jefe de administración de personal del Banco de Bilbao.

El beisbol y Gardel

Un asturianista en estado puro que nunca olvidó su Cuba natal, hombre de dos patrias. Era en cierto modo memoria sentimental del exilio. Se quedó sin volver a Cuba.

Presumía de buena mano para jugar al beisbol -fuerza y, sobre todo, puntería- y en La Morgal se le vio tiempo ha ejerciendo de segundo entrenador del equipo de San Lázaro. Efraín Canella sublimaba la voz de Carlos Gardel y lo sabía todo del bolero y de la Guerra de Cuba, entre otros muchos temas. Una máquina para atesorar información, un ejemplo para contarla y compartirla.

Apenas hablaba de política pero fue durante muchos años miembro de la Comunión Tradicionalista Carlista. En el año 2004 editó un pequeño pero hondo poemario titulado "Aves de Paso". Nada le resultaba ajeno. Su abuelo Baldomero era hermano del que fuera rector de la Universidad, Fermín Canella.

Ayer se celebró su funeral en la iglesia parroquial de Santa María de Pola de Laviana. Volvió a uno de sus paraísos personales, corazón de la cuenca minera. Efraín Canella deja viuda, María Dolores Díaz, que fue compañera de toda una vida, y cinco hijos.

Deja también un recuerdo imborrable y la fórmula magistral para mantener el optimismo sin descartar la nostalgia.