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Las claves de una fatídica caída

"No entendemos cómo se nos ha ido", relatan los amigos del gijonés que murió en un aparcamiento

Acceder por la noche al estacionamiento, sin personal, obliga a dar un rodeo y a la apertura remota de la puerta

"No entendemos cómo se nos ha ido", relatan los amigos del gijonés que murió en un aparcamiento

Un fatídico accidente nocturno en un aparcamiento de Oviedo arrancó de golpe a Álvaro Fernández-Castaño Merediz de las vidas de sus familiares. Tenía 46 años, vivía en Gijón y trabajaba en Avilés. El pasado viernes condujo hasta Oviedo en su coche para asistir a una de las cenas que organizan los ingenieros de Minas por Santa Bárbara, en el Club de Tenis. Él era uno de ellos. El fatal desenlace ocurrió de madrugada, cuando decidió recoger su vehículo del parking de Llamaquique. Por causas que se desconocen, accedió al aparcamiento por la rampa de vehículos (que restringe el acceso a peatones) y al encontrarse con el portón bajado, trató de sortear el obstáculo agarrándose a una columna para saltar al otro lado de la puerta. Murió en el intento tras precipitarse desde una altura de unos once metros.

La investigación, a cargo de la Policía Nacional, está abierta y se desconocen las causas por las que el ingeniero utilizó este acceso. Lo cierto es que de las tres puertas de entrada peatonal, el aparcamiento mantiene abierta solo una a partir de las once de la noche. Si algo falla y la puerta no abre, la empresa pone a disposición de los usuarios un teléfono en Barcelona. Por motivos que se desconocen, el gijonés optó por la rampa de vehículos. El cuerpo apareció el domingo a las dos de la tarde, después de que su familia denunciase la desaparición.

"Era una persona muy sonriente, que nunca tenía una mala cara, y un muy buen conversador. Aún no entendemos cómo se nos ha ido". Julio Arce, amigo "de toda la vida" de Álvaro Fernández-Castaño Merediz, y que vivió puerta con puerta en la urbanización de La Reguera, en el barrio gijonés de Viesques, se acercó ayer a la capilla ardiente del tanatorio de Cabueñes para despedirse de su amigo.

Lo mismo que hizo el exconcejal de Hacienda del Ayuntamiento de Gijón, Alejandro Roces, que también formaba parte de la pandilla de amigos, todos ellos estudiantes en el Colegio de la Inmaculada, en la promoción de 1986. "Era una persona muy extrovertida, y también muy correcto y educado. Era todo un señor", recuerda Roces

Nacido en Gijón, en sus primeros años de vida vivió en la localidad palentina de Guardo, ya que su padre era propietario de la compañía minera de dicha localidad. Tras finalizar sus estudios en La Inmaculada pasó a estudiar Ingeniería de Minas en Oviedo, en la misma promoción que María Teresa Mallada, actual presidenta de Hunosa.

El menor de ocho hermanos, y sobrino del expresidente del Club de Regatas, Joaquín Fernández-Castaño Merediz, estaba casado con Mónica Martínez y no tenía hijos. Trabajaba en Asturiana de Aleaciones (Aleastur), la empresa familiar del padre de su esposa, José Martínez, en la que ocupó uno de los puestos del consejo de administración. "Era una persona con una clase excelente, muy amable y educada", explica Alfredo Alegría, actual presidente del Club de Regatas.

La noche del pasado viernes, cuando falleció, había acudido a una cena en la que participaba todos los años junto a sus compañeros de promoción con motivo de las fiestas de Santa Bárbara, en el Club de Tenis de Oviedo.

Su mayor afición era el golf. "Le apasionaba. Era capaz de, después de quedar con toda la pandilla un día por la noche, levantarse a las ocho de la mañana para ir a jugar", explica Alejandro Roces. Los campos de Castiello, La Barganiza y Ribadesella, donde tenía una casa familiar en la que veraneaba, eran sus puntos habituales de encuentro. Al igual que los partidos de tenis con su amigo Fernando Castro, con el que jugaba todas las semanas desde hacía cinco años. "Era una persona encantadora, muy tranquila y siempre con una sonrisa. Ni cuando jugaba mal se enfadaba", recuerda Castro, que el sábado pasado le escribió un mensaje para concretar el horario del partido; por desgracia, nunca obtuvo una respuesta de este ingeniero de minas gijonés que vivía, hasta su fallecimiento el pasado fin de semana, en Cabueñes.

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