"La vida nunca cesa, el baile interminable, puedes bailar de cualquier manera, siempre te mueves en círculo", cantaba el artista pop húngaro Bródy János en los años 80. Precisamente ese baile interminable, ese vaivén circular de la vida es lo que inspira la exposición "Move", la primera muestra individual de Klara Konkoly-Thege en Oviedo, que se podrá visitar hasta el próximo 30 de enero en la sede del Colegio Oficial de Arquitectos.

La artista húngara es, como sus obras, puro movimiento. "Todo cambia constantemente, lo viejo pasa y abre el camino a lo nuevo". Ese pensamiento fue el germen de las 30 obras que componen la exposición. "Hace dos años más o menos, me encontraba en un momento de gran movimiento interior. Y sentí la necesidad de alejarme de mí misma y verme desde fuera". Así, empezó a crear una figura rodeada de otro montón de figuras. Era ella entre un montón, pero acabó convirtiéndose en un discurso sin identidad y perfectamente adaptable a cualquiera. Así surgieron líneas de personas, pintadas en acrílico azul, que van realizando movimientos libres, sin ninguna condición ni orden aparente. "Se mueven, pero su alrededor también", explica la autora. Pero, a pesar de esa nota caótica, el conjunto está lleno de emoción y sentido. Del azul pasa al negro, y del lienzo ordinario al lienzo en rollo. "Meditaciones" comienza en un pensamiento y se acaba convirtiendo en un texto de sentimientos e ideas infinitos que se escribe con figuras. "Los artistas hablamos de lo que nos pasa por la cabeza y el corazón, de nuestras experiencias de vida. Me parece imposible hacerlo de otra forma". Sus figuras no siguen patrones. Algunos se sientan mientras todo su alrededor se agita, pero no les importa. Transmiten paz. "Muchas veces pensamos que algo nos pasa a nosotros solos. Bailamos y creemos que solo nosotros bailamos así, pero no es cierto. Meditamos, y pensamos que nuestros problemas son únicos, pero todos pasamos por lo mismo. Es un círculo constante". Y sabe de lo que habla. Abandonó su tierra natal hace 25 años para venir a España. "Viajé con mi marido y mi primer hijo. Pasamos por Ávila, por el Bierzo, y hace 18 años llegamos a Asturias. Buscábamos un terreno y encontramos uno que nos gustó en Bimenes, y nos quedamos". Ella pintaba desde niña, pero las obligaciones familiares hicieron que abandonara la creación libre y se centrara en la cerámica y en los retratos por encargo para ferias, "que me permitían llevar dinero a casa". Por eso, en cuanto sus hijos se hicieron mayores, recuperó su pasión. "Cuando llegas a a una galería con 57 años, no miran tu obra. Da igual que sea buena o mala, no les interesa", afirma. Pero ella está satisfecha. Ha expuesto en casas de cultura, en el Museo de la Sidra de Nava y ahora llega a Oviedo con su primera individual, que está cosechando solo buenas críticas.

Es una mujer de espíritu libre y creativo, y no lo puede ocultar. "Es algo que tengo desde niña". Lo dice mirando otro de los cuadros de la exposición, en el que aparece una figura de una mujer con los brazos extendidos. "Está basada en una fotografía que me hizo mi primer novio, que siempre me encantó", cuenta. A su lado, otro cuadro representa a varias figuras lanzándose a volar sin importarles caer contra el suelo. En otra obra, los protagonistas suben y bajan al ritmo de las olas. En la parte de color, inspirada en la decoración de las mezquitas de Estambul, las figuras forman círculos a modo de mandala o tejidos artesanales en rojo, amarillo y azul; una distribución que, al mirarla, late. Porque sus pinturas son y dan felicidad. "Ya hay demasiados dramas".