Mesas, sillas y hasta una ventana arrancada de cuajo de la pared. Esos fueron los materiales que usaron cinco chicos del centro de menores de Sograndio para amotinarse en el comedor e impedir el paso a cuatro trabajadores -tres educadoras y un auxiliar- el primer día del año. Para acabar con el altercado, fue necesaria la intervención de todos los vigilantes de seguridad, que además de rescatar a los empleados tuvieron que inmovilizar a los chavales y trasladarles a las habitaciones de aislamiento, donde aún hoy permanecen.

Los cinco menores aprovecharon la ausencia en el comedor de los vigilantes de seguridad, que estaban atendiendo otro altercado en el edificio, para montar una barricada en la puerta y retener a las educadoras y al auxiliar.

Para la Asociación de Vigilantes de Seguridad Privada de Asturias (Avispa) lo sucedido en Sograndio es fruto de la ausencia de un protocolo de actuación, la escasez de personal, las "numerosas" bajas laborales y la presencia de vigilantes sin experiencia ni formación específica. Así, Avispa afirma en un comunicado que "el centro de menores de Sograndio es un auténtico caos organizativo, generador de continuos problemas y conflictos entre todas las partes implicadas, sin que la Consejería de Presidencia y la Dirección General de Justicia e Interior, sean capaces de adoptar las medidas correctoras adecuadas, después de más un año de denuncias continuas y repetidas sobre el funcionamiento de las referidas instalaciones".

El motín del 1 de enero se produjo seis meses después de que ocurriese otro episodio similar, cuando un grupo se encerró en el taller de mecánica para protestar por la expulsión de clase de otro chico que se autolesionó tras ser enviado a las odiadas cuatro paredes de la cámara de castigo.

El chaval se golpeó la cabeza contra la pared provocándose lesiones graves, de forma que la Policía Nacional y un educador le trasladaron al Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA). Pero lejos de acabarse la pesadilla, el menor se fugó del servicio de Urgencias justo antes de ser atendido.

Los menores amotinados al día siguiente se subieron a un altillo del taller de mecánica justo después de una expulsión y comenzaron a lanzar objetos contundentes de hierro y herramientas de trabajo. No hubo heridos, pero según los representantes del servicio de seguridad, "se vivieron escenas de tensión".

Tres menores se han fugado de Sograndio en los últimos nueve meses. La primera huida fue en abril, cuando dos internos se descolgaron de sus habitaciones atando sábanas. Uno de ellos fue detenido, pero del otro no se tienen noticias. La segunda huida ocurrió un mes después. Un chaval de 17 años trepó por la valla de seguridad sin necesidad de anudar sábanas. El menor, de origen magrebí, aprovechó el taller de mecánica para desplazarse a la unidad terapéutica y desde ahí alcanzar la valla.