Juan Antonio Tirado (Archidona, Málaga, 1961) tenía 14 años cuando murió Franco. Pero su vocación periodística había empezado mucho antes, lo que le hizo vivir los años de la Transición con mucha intensidad. Dos años después, en el 77, empezó a colaborar con medios escritos, hasta que en 1986 se incorporó a Radiocadena Española. "Hice el examen de acceso en Oviedo, aunque la plaza era para Valladolid", recuerda. Fue su primer contacto con una tierra que adora. "Voy mucho porque mi mujer es asturiana. Siempre digo que Asturias es la Andalucía del Norte". Mañana regresa para presentar en la librería Cervantes su libro "Siete caras de la Transición".

-¿Por qué un libro sobre la Transición?

-Fue un encargo, pero es un tema que me interesa y que está muy de actualidad. Se han cumplido 40 años de la muerte de Franco hace nada y, además, el régimen del 78 está ahora en boca de todos los políticos.

-Construye su crónica a través de siete personajes clave.

-Yo no soy historiador, soy periodista, y quería hacer un relato, una crónica del paso de la dictadura a la democracia a través de las hemerotecas de los periódicos, de mi memoria personal y de siete biografías de personajes que se van interrelacionando y que componen el mosaico de la Transición, como son: Juan Carlos I, Adolfo Suárez, Torcuato Fernández-Miranda, Santiago Carrillo, Manuel Fraga, Arias Navarro y Carmen Díez de Rivera.

-¿Están todos los que son?

-Algunos pueden ser discutidos, pero a mí me parecen fundamentales. Arias Navarro ejemplifica el deseo de que no llegara la Transición, es la verdadera viuda de Franco, más que Carmen Polo. Torcuato es el que diseña junto al entonces Príncipe las bases de la Transición, y es el que fragua y permite que se desarrolle el proceso con su frase "de la ley a la ley, pasando por la ley". Dudé entre Fraga y José María de Areilza, pero me decidí por el primero. Carmen es la más discutible, pero aunque para muchos en la actualidad es una desconocida, tuvo una influencia política tremenda.

-¿Qué novedades ha descubierto en su paseo por las hemerotecas?

-Cosas que escribía la gente en aquellos momentos que ahora chocan muchísimo; o las anotaciones del diario de Torcuato, que él no publica, pero sí su hija y su sobrino por fragmentos; y en él detalla cómo a finales de los 60 empieza a hilvanar con el Príncipe lo que puede ser la Transición; o una conversación en la que Arias Navarro califica al Príncipe Juan Carlos de "tonto", porque era un niño y se aburría con él; una palabra que también usó Carrillo en una entrevista con la periodista Oriana Fallaci, en la que dice que lo mejor que puede hacer Juan Carlos es no volver a España y lo describe como "tontín".

-¿Es una época mitificada?

-En algunos aspectos sí. Se habla mucho de consenso, y fue una época de duros enfrentamientos políticos. El consenso llegó en el 78, cuando se negocia la Constitución y se firman los pactos de la Moncloa.

-Y los personajes, ¿son como se recuerdan?

-Suárez fue duramente criticado y vapuleado desde el principio. Era un hombre del régimen, de camisa azul, y Fraga era un liberal. Se pensaba que él o Areilza serían el nuevo presidente, pero el Rey no quería personalidades tan marcadas y prefería a gente más joven y manejable, a priori. Cuando se nombró a Suárez, Fraga estaba de viaje y dijo: "ha llegado la derecha de la derecha". Pero luego al ver que Suárez ocupaba el centro, giró a la derecha.

-¿Y Carrillo?

-Está demonizado para mal. Es el único que está de verdad al lado de Suárez todo el tiempo, y le apoya. Felipe González y Alfonso Guerra iban a por él sin piedad porque querían el gobierno.

-¿Ha superado España los coletazos de la Transición?

-Es un capítulo superado, estamos preparados y abiertos al cambio. Ya no hay ese miedo a la guerra que se arrastró durante el franquismo y la transición.

-¿Incluso para un referéndum sobre la monarquía?

-Juan Carlos era partidario de hacerlo cuando murió Franco. Es más, habría acabado con todos los debates actuales. Pero no se hizo y durante muchos años se prohibió criticar o incluso hablar del Rey. Es uno de los errores que se heredó de aquella época y que se tradujo en un empeoramiento de la imagen de la Casa Real.