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El único asesinato sin resolver en Oviedo pasa a una unidad de la Policía en Madrid

Alfredo Suárez, carpintero de 64 años, sufrió en 2010 una muerte violenta en el taller de Ciudad Naranco donde trabajaba

conmoción en el barrio. Numerosos vecinos se apostaron frente al negocio donde se produjo la muerte del carpintero, en noviembre de 2010. El suceso conmocionó a Ciudad Naranco. NACHO OREJAS

Una unidad especializada en homicidios de Madrid se ha hecho cargo del único caso de asesinato sin resolver en la historia reciente de la ciudad, al cumplirse cinco años: la muerte violenta de Alfredo Suárez, un carpintero de 64 años, que trabajaba en un taller en Ciudad Naranco. Allí mismo encontró su final, de un único y fatal golpe. Nunca se produjeron detenciones.

Fuentes próximas a la investigación explicaron a este periódico que la resolución de este caso es "una espina clavada" para los investigadores ovetenses. Acostumbrados a un elevado porcentaje de éxito, los agentes que operan en la capital aún se preguntan cómo pudo esfumarse el causante del fallecimiento de Alfredo Suárez. Al parecer, en todo este tiempo, hubo momentos en los que creyeron tener cerca el esclarecimiento, pero por una cosa u otra, nunca llegó a haber luz al final del túnel. Sucede que, al cumplirse un lustro con un crimen sin resolver, la maquinaria de la Policía diseña una estrategia diferente, compartiendo el caso con un nuevo equipo investigador. Una mirada nueva y fresca que estudia desde el principio todos los detalles del suceso. "En ocasiones funciona y casos que estaban atascados desde hace años, de repente, se esclarecen", aseguran fuentes policiales a este periódico.

El jueves 11 de noviembre de 2010 Alfredo Súarez se quedó a comer en la nave en la que trabajaba, en el número 28 de la calle Coronel Bobes, en el barrio ovetense de Ciudad Naranco. El hombre vivía en Gijón y comía en el trabajo, que cerraba a mediodía, aunque Alfredo Suárez solía dejar la puerta abierta. En ese lapso de tiempo, entre la una y las tres de la tarde, fue asesinado de un fuerte golpe en la cabeza.

El cuerpo del carpintero lo encontró una compañera de trabajo, la oficinista de la empresa, con la que viajaba a diario desde Gijón, ciudad en la que también residía la mujer. Ella llegó a trabajar a las tres de la tarde y lo encontró "todo normal" . Fue después de un rato en el interior del negocio cuando al girarse vio el cuerpo de su compañero Alfredo en el suelo y con un fuerte golpe en la cabeza. Fue ella quien llamó a la Policía Nacional, que desde un primer momento confirmó que no se trataba de un accidente sino de una muerte violenta.

Lo que nunca estuvo claro fue el móvil del robo. Si bien en un primer momento se descartó el robo, al faltar dinero en la oficina de la víctima se trabajó también con esta hipótesis: quizás el detenido entró a robar material a la empresa creyendo que no había nadie y se encontró con el carpintero, desatándose el fatal desenlace.

Las mismas fuentes consultadas por este periódico aseguran que, aunque los momentos inmediatamente posteriores a un crimen, cuando todo está en plena ebullición, son los óptimos para resolver el caso, los policías nunca tiran la toalla y las investigaciones jamás se cierran. Nunca se sabe dónde puede aparecer la solución.

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