La preocupación por el estado de los monumentos prerrománicos viene de lejos. Los arquitectos Fernando Nanclares y Antón Capitel incluían en el plan director del Prerrománico que entregaron al Ministerio de Fomento en el año 2006 la construcción de una nueva carretera, una variante, que serviría para alejar el tráfico de Santa María del Naranco y San Miguel de Lillo. Cuarenta y seis años antes, en julio de 1960, su colega Luis Menéndez Pidal ya hacía esta petición.

En una entrevista publicada por LA NUEVA ESPAÑA en aquel año, Menéndez Pidal, que era el arquitecto conservador nombrado por el Gobierno nacional para la zona de Asturias, Galicia, León y Zamora, afirmaba que había pedido "el traslado de la carretera porque ésta solo ha servido para destruir".

"Mi opinión como arquitecto es que la carretera no debe llegar nunca al mismo monumento sino quedar cerca de él. Que luego el visitante vaya por su propio pie, por camino hacedero, cómodo pero andando", exponía el arquitecto.

Por aquel entonces, en San Miguel de Lillo aún tenía lugar el culto religioso. Menéndez Pidal abogaba por retirarlo de allí, trasladándolo a una parroquia próxima o construyendo otra sede. Algo parecido es lo que Nanclares y Capitel proponen en su plan director para la iglesia de San Julián de los Prados: reducir las celebraciones litúrgicas al mínimo y edificar un centro parroquial en una parcela próxima.