José Luis Álvarez-Cofiño Suárez (Carbayín, Siero, 1946), cirujano cardiaco y torácico, cumplirá 70 años el próximo día 15. Hace cinco se jubiló del Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA), pero sigue en activo en el Centro Médico de Asturias, donde realiza una media mensual de seis a ocho operaciones de cirugía torácica. Padre de cuatro hijas, está a punto de ser abuelo por décima vez.

-¿Quién le atribuye 70 años?

-La verdad es que poca gente.

-¿Cómo empezó?

-En el Hospital General de Asturias, a finales de 1970, con Alonso Lej en cirugía torácica. Tiempo más tarde estuve tres años en Canarias, en La Laguna, y volví en 1992 a mi plaza de jefe de sección del Hospital General, que para entonces ya formaba parte del HUCA. Ya se había separado cirugía torácica de cirugía cardiaca, y yo opté por cardiaca. Fue entonces cuando me incorporé al Centro Médico en cirugía torácica. Sigo disfrutando muchísimo en el quirófano. El cirujano que no opera es como si no sintiera profesionalmente realizado. La consulta está bien, pero no te llena.

-¿El cirujano tiene por naturaleza un carácter más acometedor que reflexivo?

-El tópico habla de tener la fiereza del león, unas manos de mujer, la agudeza del águila... Además hay que afrontar situaciones nuevas. Por ejemplo, ahora, con la doctora Begoña Granell, estamos dando auge a la cirugía endoscópica, que es muy gratificante, mucho menos traumática y da unos resultados equiparables a los de la cirugía convencional.

-¿Qué es lo más difícil de ser un buen cirujano?

-La técnica es una cosa que se domina con la clásica curva de aprendizaje y realizando muchos actos quirúrgicos. Para mí, lo realmente difícil es la indicación quirúrgica y sentar, que es mucho más difícil, la contraindicación quirúrgica.

-¿Se refiere a adquirir criterios claros?

-Eso es. Lo que tengo que hacer con un determinado paciente así, en general, suele estar en los libros. La cuestión es decidir cuándo es el momento. O que una determinada situación requiere no operar todavía, sino esperar. Eso es lo difícil, lo comprometido, de la cirugía.

-¿Compaginar la prudencia y la audacia en el quirófano?

-Sí, puede decirse así. La mejor comparación es el juego de las siete y media. No debes pasarte ni quedarte corto. Cuanto más te acercas al límite, más perfecta es la actuación y más riesgos corres. A veces nos quedamos un poco cortos; otras, nos pasamos ligeramente.

-¿Una situación problemática de quirófano más o menos habitual?

-Una clásica es una rotura de un vaso pulmonar, sobre todo si es la arteria pulmonar izquierda, que es mucho más corta, el desgarro puede llegar inmediatamente al pericardio y se nos escapa el paciente.

-¿A cuántas pulsaciones se pone el corazón del cirujano en esas situaciones?

-No lo sé, pero a bastantes. Pero es verdad que hoy día contamos con cantidad de material quirúrgico y de técnicas que contribuyen a evitar estos problemas.

-Los avances tecnológicos han sido extraordinarios.

-Y tanto. Cuando empecé en la especialidad, hace 45 años, si operábamos cinco pulmones a la semana, entre uno y dos eran eso que se llama "abrir y cerrar".

-No se podía hacer nada.

-Efectivamente. Pues eso ahora ya no ocurre. Tenemos unos métodos diagnósticos tan sumamente precisos que, cuando vamos a cirugía, rara es la vez que tenemos que hacer una actuación quirúrgica distinta a la que estaba planeada previamente.

-¿El paciente de más edad al que ha operado?

-Uno que me engañó. Me dijo que tenía 84 años y realmente tenía 88. Tenía un cáncer de pulmón. Le hice una cirugía bastante conservadora porque, debido a su estado, no podíamos hacer nada demasiado agresivo.

-¿Salió bien?

-Sí. Se murió a los tres años, pero de un ictus, nada que ver con el tumor.

-¿Qué recuerdos guarda del Hospital General de Asturias?

-Aprendí muchísimo. En los veranos, siendo estudiante, iba con Amalio Telenti, que me enseñó mucha medicina interna. Una vez que terminé la carrera, yo apuntaba a ginecología. Por una razón casi casual, caí en cirugía torácica, y Alonso Lej me fascinó. Yo nunca había tocado un corazón hasta la primera operación en la que le acompañé. Me fui para casa contentísimo y, cuando terminé el mes de rotatorio, me propuso que hiciera la especialidad con él.

-¿Respuesta?

-Cambié totalmente mi proyecto. Alonso Lej era un hombre impulsivo, que proyectaba el servicio y ayudaba a los que tenía alrededor. A veces era excesivamente severo, y yo me cogí mis berrinches con él, pero el balance es totalmente positivo. Se marchó a Zaragoza en 1975, y desde entonces es casi como si Asturias se hubiera olvidado de él. Catapultó el conjunto del Hospital General. Vino a operarse María José Goyanes, a punto estuvo de venir Pilar Miró... gente conocida.

-Mucha gente añora el Hospital General.

-Yo también. Era un hospital muy familiar, pequeño. Estábamos muy unidos todos. Los macrohospitales diluyen muchísimo las relaciones personales, y no digo nada si por el medio está la informática, contra la que no tengo nada, pero que reduce mucho el cara a cara con los compañeros, y así se pierde eficacia. La relación personal entre médicos es fecunda. Es lo que estoy viviendo ahora en el Centro Médico.

-¿Puede un cirujano operar con otro médico con el que no se lleve bien?

-Muy difícil. No puedes operar con una persona con la que no tienes suficiente empatía, o que está esperando que hagas algo mal para afeártelo. Tenemos cirugías de siete u ocho horas, y la relación humana es fundamental.

-¿Opera mucho cáncer de pulmón?

-Es la mayoría de la cirugía que hacemos. Los avances de la medicina nos permiten apurar más tanto en el campo quirúrgico como en la radioterapia y la quimioterapia. El futuro será diseñar una quimioterapia personalizada para cada paciente. Ante un mismo tumor, se diseñarán distintas terapias en función del perfil genético de cada uno. Y aprovecho para decir, aunque suponga tirar piedras contra mi tejado, que en el futuro disminuirá el terreno de la cirugía oncológica y aumentará el de la quimioterapia.

-Un cambio de patrón importante.

-Yo superpongo el cáncer de pulmón a lo que era la tuberculosis a principios del siglo XX. Hablar de tuberculosis era como hablar ahora de cáncer. Sin embargo, hoy está totalmente controlada. Hace muchísimos años que no hago cirugía de tuberculosis. Pienso que en 15 o 20 años la cirugía del cáncer de pulmón va a circunscribirse a casos muy específicos.

-La gente sigue fumando.

-Pues se considera que entre el 30 y el 40 por ciento de los fumadores va a desarrollar un cáncer.

-¿Cada vez opera a más mujeres fumadoras?

-Sí. Antes operábamos una mujer por cada cuatro hombres. Ahora se están igualando.

-¿Usted nunca fumó?

-Fumé cuando no me dejaban. Cuando dejaron de prohibírmelo, perdí interés.

-¿Un buen cirujano es un manitas, es hábil haciendo bricolaje en su casa?

-No sé, quizá sí. Yo no soy hábil con el bricolaje. Lo que tiene que tener el cirujano es mucha tranquilidad y ser muy perfeccionista.