"El silencio ante la cruz es recogimiento, y en silencio iniciamos nuestra estación de penitencia". De esta manera, el párroco de la iglesia de Santa María la Real de la Corte, José Ramón Garcés, desde el altar, anunciaba a los cofrades de la Real Cofradía del Silencio y Santa Cruz, la salida de sus tres pasos del interior del templo. Esta es la única cofradía de Oviedo que tiene el privilegio de ser Real, un título que le fue concedido a finales del año pasado por el Rey Felipe VI.

Pero antes tuvo tiempo para recordar a las víctimas de los atentados de ayer en Bruselas, y a los jóvenes estudiantes fallecidos en un accidente de autobús cuando regresaban a Barcelona desde Valencia. Afuera, en la plaza de Feijoo, cientos de personas esperaban el gran momento procesional, en el que un año más participó la Real Cofradía de Minerva y de la Vera Cruz, de León.

Ayer, la Real Cofradía, estrenó la cruz de madera que encabeza la procesión, tallada en madera desnuda de plágano, "ya que la anterior estaba muy deteriorada", explicó el abad cofrade Armando Arias. Cruz que tuvieron el honor de llevar a hombros tres jóvenes: Pablo Domínguez, Samuel Rodríguez y Alfonso Rodríguez, que no ocultaban su satisfacción. Formaban parte de los casi trescientos cofrades que procesionaron por la calles del casco histórico de la ciudad. Fue el mismo recorrido que otros años

"Tuvimos que reducir gastos, pero salimos con mucha dignidad a la calle", advirtió el abad de la Real Cofradía, refiriéndose de manera discreta a la subvención que el Ayuntamiento retiró este año a las cofradías de la Semana Santa ovetense.

El primer paso en salir del templo fue el de la Santa Cruz, a hombros de veinticuatro cofrades, algunos de ellos de otras hermandades. Después salió el Cristo Flagelado, y finalmente María Santísima de la Amargura, alumbrada por veinticuatro velas y adornada con rosas.

Cinco niños y cofrades, que portaban cada uno sobre cojines los clavos con los que se crucificó a Jesús, los dados con los que se echó su suerte, la esponja con la que se secó su sangre, y el flagellum que destrozó su espalda, recordaban a los asistentes a la procesión, el calvario que sufrió Jesucristo en el Gólgota, donde tuvo lugar su crucifixión.

"Dichosos los pobres en el espíritu porque de ellos es el Reino de los Cielos", recordó el párroco a la puerta de la iglesia, dirigiéndose a la multitud de fieles que llenaban la plaza de Feijoo, para dar inicio a la procesión que comenzó después de cuarenta minutos que el primer paso saliera del templo.

La procesión fue una muestra de fe y de participación, ya que cientos de personas acompañaron a los pasos a lo largo de todo el recorrido, siempre escoltados por la Banda de cornetas y tambores del Santísimo Cristo de la Piedad.

Tres cuartos de hora antes del inicio de la procesión, sus integrantes ya estaban afinando sus instrumentos en las inmediaciones de la iglesia parroquial. Damas de mantilla, miembros la Guardia Civil con su teniente coronel al frente, Luis Germán Avilés, encapuchados, penitentes y cientos de gente de fe vivieron ayer en silencio esta procesión.