Los comerciantes de la calle Melquíades Álvarez se han unido tras la adversidad y planean hacer una feria "como nuevo impulso" que les permita recuperar las ventas perdidas por el cierre parcial de la vía durante diez días para asegurar la fachada del número 25, un inmueble devastado en el incendio del jueves 7 de abril. Además, a través de sus abogados, han pedido una línea de ayudas extraordinarias al Ayuntamiento para compensar las pérdidas económicas y reclaman que el Alcalde "dé la cara" y se interese por cada caso en particular.

Los propietarios de la veintena de establecimientos de la zona se comunicaron ayer por teléfono o whatsapp para ultimar los detalles del evento; desde la fecha hasta el número de participantes o la publicidad. Ninguno quiso salir de su negocio por si entraba alguien ahora que la calle está abierta. "No cruzo la puerta ni aunque me llamen a gritos". Eugenia Pérez, propietaria de una pequeña zapatería en Melquíades Álvarez, recuperó ayer la sonrisa. Su tienda no se salvó del precinto policial y permaneció con la persiana bajada de principio a fin de los trabajos de extinción y apuntalamiento de la fachada de la acera opuesta a la suya. Abrió el local hace justo ahora un año y aún no ha tenido beneficios. "El incendio me ha rematado. Tengo la caja vacía y no sé donde está parte de la mercancía que no pude coger". Los proveedores llevaban las cajas a la zapatería Celena, pero como no podían pasar, daban media vuelta.

Algo parecido le sucedió a Mónica Gallo, la propietaria de la tienda de moda Sivana. Su establecimiento se salvó por los pelos del perímetro de seguridad marcado por la Policía Local, pero para muchos, a simple vista, no se podía pasar. "Cerramos dos días y no entraba casi nadie". Ahora reparte su tiempo en atender la tienda y preparar la feria.

"La idea es formar una plataforma comercial de organización de actividades en Melquíades Álvarez para relanzar la calle y hacernos notar un poquito", explica la propietaria. A su lado, la empleada Laura Sánchez cuenta que mientras la vía estuvo parcialmente cerrada, ellas se las ingeniaron para tener clientes. "Intentamos atraer a la gente con pancartas y carteles y aún así se pensaban que estaba cerrado por la señalización de la policía".

Ignacio Álvarez usó la calculadora cuando estaba prácticamente mano sobre mano en su joyería. "He perdido el 90 por ciento de las ventas y me mantuve gracias a pedidos anteriores. Joyería Antuña parecía una oficina de correos en lugar de una tienda de venta al público". El dueño del establecimiento cree que la recuperación de su clientela se hará "muy poco a poco porque todavía hay quien recela de pasar por aquí". Y eso que él sólo cerró dos días y podía atender el teléfono.

A Charo y Vanessa Alonso no les quedó más remedio que atender las llamadas en su casa y hacer una pequeña mudanza a su trastero particular. Estas hermanas y dueñas de una boutique de ropa y complementos en Melquíades Álvarez, El vestidor de Lola, saltaron de alegría el domingo cuando recibieron la llamada de un técnico municipal comunicándoles que podían abrir de nuevo su tienda. "Me pasé la noche llevando la mercancía que guardé en mi trastero al local", cuenta Charo. La policía les permitió entrar a partir de las 21.30 horas del domingo y la calle quedó reabierta oficialmente a las 4 de la mañana. Están tan contentas que ven el vaso medio lleno. "Como no se puede pasar por Uría, ahora vendrá mucha más gente por aquí. Aunque sea porque están obligados a dar un rodeo, ¿no?".

Alejandra González apenas podía creerse que la puerta de su juguetería se abriese de vez en cuando ayer por la mañana. El incendio la obligó a cerrar dos días y le dejó sin clientes y sin niños (porque ofrece talleres de ocio infantil) durante casi dos semanas. "Me llamaban por teléfono para saber si Happy Box estaba abierto en lugar de pasar tranquilamente por aquí. Hasta ese grado llegaba la incredulidad de la gente sobre la seguridad de caminar con la grúa y los operarios en mitad de la calle".

Algunos comerciantes pasaron buena parte de la mañana limpiando sus negocios con agua y jabón para quitar los restos de hollín y el olor a humo de sus estantes y productos. Eso sí, todos abrieron.