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Entrar en el juego y quitar barreras

Diego Lorca y Pako Merino presentan hoy en Oviedo "Distancia siete minutos", "una obra que remueve y hace pensar, que plantea preguntas universales", afirman

Pako Merino y Diego Lorca, actores, directores y fundadores de la compañía "Titzina Teatro", en una escena de "Distancia siete minutos", la obra que levanta hoy el telón del ciclo de escena contemporánea de Oviedo.

La justicia, la felicidad, la comunicación, los imprevistos de la vida que hacen que te enfrentes a una realidad que habías olvidado. Las distancias que mantienen separados a los individuos y que, cuando se ven desde fuera, desaparecen. Estas son algunas de las cuestiones que plantea "Distancia siete minutos", la obra de la compañía "Titzina Teatro" que llega hoy al Filarmónica, para abrir el ciclo de escena contemporánea en la ciudad, y que ha sido calificada por la crítica como uno de los mejores espectáculos del 2015.

Detrás de este título, en la dramaturgia y la dirección, y delante, en la interpretación, están Pako Merino y Diego Lorca; dos "héroes" que mantienen viva desde hace 15 años su propia compañía. "Nosotros llevamos sumidos en la situación que vive este país en los últimos años desde siempre. Pero sin haber experimentado nunca la burbuja", dice Lorca entre risas. Y es por eso, por la implicación y el trabajo de investigación que realizan contra viento y marea, que sus espectáculos son "algo más" para el público. Son un juego con dos actores y una escenografía sencilla que envuelve al espectador en él y que le ofrece la posibilidad de pensar y sentir. "Con esta obra, como con todo lo que hacemos, buscamos que remueva y que haga pensar, pero no planteamos ninguna crítica concreta. El público puede llegar a una emoción y a varias conclusiones, pero no les decimos a cuáles. Cada uno montará en su cabeza las suyas", añade.

"Distancia siete minutos", que lleva girando por todo el país desde 2013, plantea la historia de Félix, un juez que ronda la cuarentena, que tiene que mudarse durante una semana a casa de su padre, un abogado retirado con el que no tiene muy buena relación, al sufrir en su hogar una plaga de termitas. "Es un juez que llega a los 40 y se hace las preguntas existenciales: quién es, qué es y cómo alcanzar su felicidad. Además, al convivir con su padre, se produce ese choque generacional que deja momentos cómicos, pero también le hace plantearse si su situación y su vida han sido "consecuencias de sus propios actos o voluntad de sus predecesores y de su educación", explica Pako Merino.

El tema general de esta obra es la felicidad, un tema que a Merino y a Lorca les vino de un congreso de la felicidad, organizado por una conocida marca de refrescos en 2012. Además, al poco se pusieron en contacto con el grupo de teatro de la cárcel modelo de Barcelona y se unieron a ellos. "De ahí nos vino la idea del encierro y de la justicia", dice Merino. La fecha coincidió con el envío a Marte del "Curiosity", un experimento que se siguió en todo el mundo y cuyo accidentado aterrizaje se bautizó como "los siete minutos de terror". Un nombre que inspira el título y varias coincidencias reales que inspiran esta obra que no deja indiferente.

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