Agustín Álvarez se frotó ayer los ojos tres veces antes de coger el rastrillo y el cubo que utiliza en su trabajo y usarlos a modo de banderilla y capote. Tenía ante sí a un toro de 300 kilos y raza asturiana de los valles que trotaba alegremente por la avenida Pedro Masaveu, en el Parque de Invierno. Eran las ocho y cuarto de la mañana, decenas de personas hacían "footing" y otras tantas iban a pie o en coche a la oficina. "Actué por instinto para evitar que el animal saliera a la Ronda Sur y se montase un cristo". Este empleado de 59 años del servicio de Parques y Jardines del Ayuntamiento de Oviedo dejó el miedo a un lado y tiró de experiencia arreando vacas en su pueblo. En menos de 40 minutos fue capaz de sacarlo de allí y conducirlo hasta un prado de la calle Cardenal Cienfuegos al abrirse paso en plena hora punta entre el tráfico de Muñoz Degraín. Según la Policía Local, el morlaco se escapó de una finca de La Manjoya por razones que se desconocen y llegó al centro de la ciudad.

Los propietarios salieron en su busca y lograron meterlo en una "roulot" con ayuda de los agentes, de un veterinario de la Consejería de Agroganadería que se encontró casualmente con la escena, y de un chaval que iba camino del dentista y tenía maña en el manejo de la vara. Se lo llevaron sin dar más explicaciones que las exigidas por la Policía Local y tratando de pasar desapercibidos ante los curiosos que sacaban fotos al toro, aparentemente manso.

El jardinero dio por finalizado el pastoreo en cuanto metió al animal en el prado de la calle Cardenal Cienfuegos. En realidad, era el parking del centro de apartamentos Covadonga, uno de los Establecimientos Residenciales para Ancianos de Asturias (ERA), que cuenta con zona verde y una portilla que a veces -como ocurrió ayer- está abierta.

Agustín se marchó para continuar su jornada laboral como si nada hubiera pasado. LA NUEVA ESPAÑA le localizó en el entorno del Parque de Invierno y accedió a relatar su experiencia mientras recibía las felicitaciones de jefes y compañeros de la UTE Absa-Perica (contrata de FCC), que es la empresa que presta el servicio de jardinería al Ayuntamiento. "¡Agustín, estás hecho un torero!", le dijeron algunos. "Bueno hombre, se hace lo que se puede", respondió él con una sonrisa de oreja a oreja.

El jardinero lleva siete años trabajando en Oviedo, donde espera jubilarse, pero es natural de Arriondas y tiene ganado en Cofiño (en el concejo de Parres). "Creo que eso me sirvió para azuzar al toro y conducirle por la calle", explicó dos horas después de la peripecia. La Policía Local vio cómo lo hacía gracias a una cámara de vigilancia de tráfico ubicada en Muñoz Degraín. Este periódico ha publicado el vídeo íntegro de la hazaña de Agustín en su página web, lne.es. El jardinero aparece por la izquierda de la imagen en dirección a la calle Cardenal Cienfuegos.

"Yo venía de recoger los restos de un botellón en el Parque de Invierno cuando de repente vi al bicho. Me aseguré de que no estaba viendo visiones pegándome en la cara y me puse a la faena". El jardinero-torero aconsejó a los viandantes que se apartaran de su camino, aunque algunos se resistieron porque les podían las ganas de fotografiar o grabar al toro. "Una mujer se acercó para enseñar el animal a su hijo, que era un crío, y ahí ya no pude más y le grité que se alejase por su bien".

La obsesión de Agustín era evitar que el morlaco embistiera a alguien o causara un accidente en la carretera o en la Ronda Sur, así que creyó que lo mejor era llevarlo a una vía sin salida. Le vino a la cabeza el estacionamiento al aire libre que tiene la residencia del ERA de la calle Cardenal Cienfuegos porque podría cerrar la portilla y encerrarle dentro.

La subida por Muñoz Degraín a eso de las ocho y media de la mañana no fue fácil. Los conductores, que apenas podían creer lo que estaban viendo, aminoraron la marcha e incluso se detuvieron ante el jardinero, armado con un rastrillo para recoger las hojas caídas de los árboles y un cubo pequeño de basura. "Los coches me ayudaron al hacer una barrera en la calzada para que el animal no pasara o se desviara del camino que yo le marcaba. Me prestó mucho", contó aún emocionado por la adrenalina.

El buen carácter del toro también le facilitó el trabajo. "Lo respeté mucho, pero le azucé para que me hiciera caso". Al llegar a las esquina con Cardenal Cienfuegos, Agustín se puso nervioso al pensar que no iba a ser capaz de meterlo en el aparcamiento de la residencia de ancianos. "Me dije que si lo conseguía me marcaba un diez". Y lo hizo: "¡Hala, pa' dentro!". Y cerró la portilla.

Una grúa municipal pasó por delante y avisó a la Policía Local de que el toro de Muñoz Degraín ya estaba en un redil. Varios policías, un veterinario y Sergio Hernández, un joven de 28 años acostumbrado al pastoreo, le vigilaron hasta que llegaron sus dueños para meterlo en la "roulote". Y es que al regresar a su trabajo habitual, Agustín se encontró con uno de ellos desesperado y preguntando si alguien había visto un toro. El jardinero se alegró: "Ya está todo arreglado". Y siguió recogiendo hojas.