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Una tragicomedia moldeada en cerámica

Isabel Alfaro presenta en Oviedo sus impactantes esculturas, que "hablan de mí pero buscan no dejar indiferente a nadie"

La artista Isabel Alfaro, ayer, en Oviedo. l. murias

Durante un viaje, Isabel Alfaro (Huelva, 1982) y sus amigos amenizaban una tarde jugando a los sombreros y las personalidades. Según el color del complemento, así es la personalidad que debe interpretar el que lo lleva. El blanco significa pureza y objetividad; el rojo, pasión; el amarillo, alegría; el azul es controlador y organizativo; el negro negativo y el verde creativo. Todo el grupo pasó por todos, hasta que una amiga le hizo una afirmación a esta joven artista que convertiría esa tarde lúdica en inolvidable. "Me dijo: Isa, tú eres roja, un poco verde y con pintitas negras. Y yo le respondí, soy una sandía", cuenta entre risas. Y efectivamente. Esa descripción iluminativa, además de servirle de inspiración para bautizar la firma creativa que creó hace casi cuatro años, "Rayadura de sandía", es la definición perfecta de sus esculturas, que se pueden ver hasta el 8 de julio en Decero Espacio Creativo.

Con la figura como protagonista, Alfaro consigue crear en piezas de cerámica de tamaño medio escenas impactantes inspiradas en la realidad, llenas de vida, pero con carácter de tragicomedia. Con la neutralidad como bandera y el blanco y el negro como grandes protagonistas, traslada sus preocupaciones, similares a las de muchos otros seres inteligentes de su tiempo, a sus esculturas. Familias atrapadas por la contaminación ambiental, la "telebasura", la muerte, la guerra, el cinismo, o retratadas en su lucha por sobrevivir la en un mundo que no se lo pone nada fácil. También hay parejas que se ríen a carcajadas a pesar de la oscuridad que se está apoderando de ellas, otras que se enfrentan al dolor de la separación por la muerte o a una realidad inesperada. "En mis piezas se imponen mis ideas, mis preocupaciones y mis conflictos. Son asuntos personales, pero seguro que mucha gente se ve reflejada en ellos. Eso es lo que me interesa. Que igual que yo al mirar mis piezas siento cosas y me invaden los recuerdos, que al que las vea le provoque alguna sensación, que no le deje indiferente, aunque no sean las mismas que me llevaron a concebirlas".

A pesar de haber probado muchos otros materiales, desde que descubrió la cerámica a los 20 años, esta artista criada en Madrid se enamoró de ella. "Es un mundo. Me encanta su espontaneidad, su rapidez. La madera, la piedra o el metal no dejan tanta libertad para improvisar". Hace unos meses, "por obligación", reconoce entre risas, se ha metido en el mundo de la ilustración. "Yo vivo de dar clases de escultura, y ahora tengo mi taller. Pero con lo mal que están las cosas, cuanto más amplio sea el abanico, mejor". Su próximo objetivo: "llevar mi obra al extranjero en 2017". Y todo apunta a que lo conseguirá.

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