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Los Premios "Teatro Campoamor", un proyecto nacional sabio y libre

Somos cuestiona unos galardones que ya son una referencia en el mundo internacional de la lírica y que carecen de redes clientelares

Un momento de la gala celebrada en el año 2015. Miki López

En este último año, he escuchado con frecuencia a representantes de Somos, uno de los tres grupos que conforman el gobierno del Ayuntamiento de Oviedo, referirse de forma despectiva a proyectos culturales ya consolidados. En unos casos se dice que "son muy caros", en otros, como ocurre estos días con los Premios Líricos "Teatro Campoamor", se añade que "tienen poca trascendencia mediática". Al parecer, que el Ayuntamiento destine 260.000 euros a la entrega de unos galardones nacionales que son ya una marca internacional en el mundo de la lírica -el año pasado ya se redujo el presupuesto en 50.000 euros- no les interesa. Oviedo es hoy, gracias a una buena política y a una magnífica gestión técnica, una de las capitales de la música clásica, de la lírica y del ballet. Tiene uno de los cinco teatros musicales de España, el Campoamor, que el próximo año cumplirá 125 años, y, por tanto, es de sentido común que algo que la distingue y que funciona bien deba conservarse. Así lo han entendido los otros dos socios del tripartito, con el alcalde socialista, Wenceslao López, y el concejal de Cultura de IU, Roberto Sánchez Ramos, al frente. Hay carencias en otros ámbitos culturales, algunas incomprensibles, como, por ejemplo, el que la ciudad no cuente con una sala de arte institucional. Sin embargo, y es lo sorprendente, parece que algunos piensan más en destruir lo bien hecho que en hacer y corregir lo que no se hizo o está mal.

Los Premios Líricos son una magnífica idea que envidian ciudades como Bilbao y Madrid, siempre dispuestas a coger el relevo si Oviedo se rindiera. Surgió durante el mandato de Gabino Lorenzo, de quien la ciudad ha recibido herencias envenenadas, aunque éste no sea el caso. No fue fácil sacarla adelante, pero se logró. Un grupo de empresarios apoya la iniciativa -en la última edición aportaron casi 50.000 euros- y todo el sector lírico, desde cantantes hasta agentes musicales, crítica y teatros nacionales, se ha implicado en el proyecto. Los cantantes e instituciones galardonados lucen con orgullo en su currículum el premio "Campoamor". Y, por si esto fuera poco, en la última edición, a la que se presentaron 400 candidaturas, dieron trabajo durante casi dos meses a 200 personas, doce de ellas con contrato fijo, entre músicos, técnicos, coros, figuración, etcétera. El coro de la Capilla Polifónica "Ciudad de Oviedo" y la orquesta Oviedo Filarmonía son una aportación que enorgullece. Todos los grandes directores de escena, empezando por Emilio Sagi, impulsor junto a Cosme Marina de la idea, han dirigido la gala. Son nombres de la escena mundial como Calixto Bieito, Del Mónaco, Lluís Pasqual, José Carlos Plaza, Marina Bollaín, Rechi o el gran Joan Font de "Comediants" de la brillante última edición.

Cada gala es diferente, pero todas tienen un denominador común, el protagonismo de la música y de las voces. Inés Argüelles los dirigió durante años, de forma gratuita, cargo en el que la ha sucedido Cosme Marina, aunque ella continúa presidiendo el jurado. Marina y Patxi Gallego, coordinador general, son el equipo que trabaja durante todo el año en su organización. El público agota en minutos las localidades, gratuitas, que se sacan a taquilla.

Sin duda, los Premios, que ya han cumplido diez años, son una idea "creativa, libre, placentera, crítica y diversa", exigencias para todo proyecto cultural que figura en el programa de Podemos, en el que, además, se incide en la necesidad de impulsar el sector productivo cultural, dada su precariedad e inestabilidad. Los Premios Líricos no consolidan élites ni tienen redes clientelares. Son un proyecto nacional sabio y libre que nunca ha contado con el apoyo del Gobierno regional y que sólo en algunas ediciones ha logrado el respaldo del Ministerio de Cultura. Tras su organización hay mucho trabajo, esfuerzo, imaginación y generosidad.

La cultura siempre cuesta dinero porque los hombres y mujeres que se dedican a ella tienen derecho a vivir de su trabajo. No deja de ser sorprendente que, habiendo tanta tarea por delante, tanto proyecto pendiente, se quiera suprimir lo que mejor hace Oviedo, lo que la sitúa en el escaparate nacional e internacional. Su impacto es indiscutible. Para comprobarlo sólo es necesario informarse y asistir a la gala, que suele ser una invitación a la vida.

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