Cuco Gómez, decano de los regatistas asturianos, falleció en Oviedo el pasado lunes a la edad de 88 años. El funeral por el eterno descanso de Eulogio -su verdadero nombre- Gómez González-Granda se celebró ayer en la basílica de San Juan el Real. Sus cenizas fueron depositadas en el columbario familiar del templo.

El funeral fue oficiado por el párroco, Francisco Javier Suárez, y cantado por el Coro Manín, de Lastres. En su repertorio no podía faltar la "Salve Marinera" ni "Madre Estrella de los Mares", que tanto le gustaban al difunto.

Cuco Gómez, médico de profesión, ejerció en Avilés. Era un enamorado de la mar y especialmente de la vela, de la que se convirtió en pionero desde que empezó a navegar de niño, en su querido Luanco, con un marinero mítico, Falo Corona, por el que sentía auténtica devoción, y que le enseñó a dar las primeras orzadas y a mantener siempre firme el timón.

Pero Cuco Gómez, como le conocía todo el mundo, fue también pionero de la motonáutica en Asturias y de la pesca submarina. De la mar, solía decir, "aprendí sacrificio y austeridad". Una pasión que logró transmitir a sus hijos y sus nietos.

Otra de las grandes aficiones de Cuco Gómez era la ópera, interés que le había inculcado su padre siendo aún muy niño. Pero las novedosas puestas en escena, que no compartía en absoluto, hicieron que dejara de acudir puntualmente a las temporadas del teatro Campoamor.

Por la popa, Cuco Gómez dejó miles de millas náuticas, la mayoría a bordo de su velero, "Clavileño", pero también en "El Gaitero" en el que ganó el Grand Prix del Atlántico, con meta en Puerto Rico, siendo su patrón su amigo Joaquín García-Morán. Con él navegó tiempo después hasta las islas Azores. Varias vueltas a España, travesías a la Bretaña Francesa y también por el Adriático, figuran, entre otras muchas, en su cuaderno de bitácora.

En agosto de 2014 la Regata del Congrio, que comenzó a organizar hace muchos años en Luanco, pasó a llamarse Trofeo "Cuco Gómez", lo que le ilusionó y agradeció.

Ayer, su mujer, Concepción Arisqueta y sus hijos, Amalia, Iciar y Joaquín, estuvieron arropados por muchos familiares y amigos, como el empresario José Cardín, Agustín de Saralegui y su esposa Ana Telenti Alvargonzález, y los doctores Jaime Álvarez-Buylla y Adolfo Barthe, entre otros muchos que hicieron que la basílica de San Juan El Real se quedara pequeña.

Que en su última singladura tenga buena mar y mejor viento. Así será.