La familia Fernández-Vega perdió ayer a otro de sus buques insignia. El prestigioso oftalmólogo Álvaro Fernández-Vega Diego (Oviedo, 1924) falleció en Oviedo, su ciudad natal, a los 91 años, tras pasar sus últimos años de vida con un delicado estado de salud y complicarse su situación durante el pasado fin de semana. El funeral de cuerpo presente se celebrará hoy, a las 17.00 horas, en la Basílica de San Juan y, acto seguido, será incinerado en el tanatorio de Los Arenales.

Integrante de la tercera generación de esta familia dedicada casi en su totalidad a la oftalmología, él y su hermano Luis, fallecido en 2010, consiguieron revolucionar este campo y convertir Oviedo en una referencia mundial de esta especialidad, gracias al Instituto Oftalmológico Fernández-Vega, un proyecto que idearon y desarrollaron juntos. "Eran el tándem perfecto, se complementaban de maravilla. Mi tío Luis era el relaciones públicas, la cara visible; mi padre era más tímido, le gustaba estar en un segundo plano, pero no hacían nada sin consultarle al otro y sin tener su aprobación", explica el hijo mayor del fallecido, el también oftalmólogo Álvaro Fernández-Vega Sanz, actual subdirector del Instituto. Medalla de Oro de la Ciudad de Oviedo, Académico de Honor de la Real Academia de Medicina del Principado de Asturias, Cruz de Plata al Mérito de la Guardia Civil, Álvaro Fernández-Vega era un auténtico enamorado de su profesión, una actividad que ejercía con mucho arte. "Era un artista, un creador. Tanto en lo que se refiere a la medicina, que es un arte, como en sus aficiones", asegura su primogénito. Pertenecía a la Asociación de Médicos Pintores y desde muy joven se interesó por la pintura y la escultura. "Tenemos muchos cuadros suyos, pero sobre todo tallas de madera", añade su hijo. Como toda su familia era muy aficionado a la pesca, especialmente a la del salmón, y a la caza. Pero, sobre todo, "era un hombre muy bueno, muy modesto, muy inteligente y muy vocacional, con un amor desmedido por la medicina. Un gran maestro que siguió la tendencia profesional que imperaba en su familia y que, gracias a su pasión, supo transmitirla a las siguientes generaciones".

Pocos saben que antes de llegar a la que sería su profesión, Álvaro Fernández-Vega estudió dos cursos de Ingeniería Naval. Pero, al terminar el segundo año, le dijo a su padre que quería dejarlo, estudiar medicina y especializarse en los ojos. Así estudió primero en Madrid y, tras una estancia con los profesores Carreras y Bartolozzi, siguió los pasos de su hermano Luis y se trasladó a Nueva York para completar su formación. "Aquellos tiempos no tenían nada que ver con los de ahora. Tuvo que hacer tres meses de travesía en barco para llegar hasta Estados Unidos", cuenta su primogénito. Allí, como su hermano Luis, se convirtió en becario del doctor Castroviejo. Después viajó a la Gran Manzana durante varios años para asistir a las sesiones quirúrgicas del profesor Byron Smith en el "New York Eye and Ear Hospital", lo que le sirvió para especializarse en Cirugía Plástica Ocular. Tras una estancia en Barcelona, en donde realizó la especialidad de Estrabología y Oftalmología Pediátrica con el doctor Castanera, y otra en Bélgica con el doctor Sebrin; Fernández-Vega se trasladó a Asturias para ocupar durante tres cursos la plaza de profesor asociado en el Departamento de Oftalmología de la Facultad de Medicina de la Universidad de Oviedo. "Muchos alumnos le recuerdan con cariño. Era de los de aprobado general", bromea su hijo. Además, de 1978 a 1983, ejerció la jefatura del servicio de Oftalmología del Hospital General de Asturias.

Todos los que le conocían le definen como un hombre tranquilo, afable y muy familiar. "Era su prioridad, por encima de cualquier otra cosa", indica su hijo Álvaro. Junto a su viuda, Concepción Sanz Moliner, tuvo seis hijos, cinco de los cuales siguieron sus pasos y forman parte del equipo médico del Instituto Oftalmológico Fernández-Vega de Oviedo.