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Sara Martínez Rodríguez

"Mucho trabajé, antes de las dos no me acostaba y a las siete estaba en pie"

"Fui modista 30 años y también estuve al frente de la cocina del bar Martínez, donde dábamos muchas comidas de platos tradicionales"

Ingredientes.

Una vez que se conoce a Sara Martínez Rodríguez, muchos quisieran tenerla como abuela por su carácter afable, luchador y que no se arredra ante nada a sus 90 años. Es un ejemplo de persona que trabajó toda su vida y que, como tal, es reconocida por sus vecinos. Siempre tuvo y tiene una mano excelente para la cocina, saberes y sabores que ahora sabe combinar muy bien una de sus nietas, Ana. "Mi nieta cocina muy bien al igual que su madre, mi hija Marité, que trabajó muchos años conmigo cuando teníamos el bar Martínez en Tuernes el Pequeño", recuerda ella mientras prepara uno de los platos clásicos y que le ha dado fama: las patatas rellenas de carne. Y es que, como su propia hija Marité afirma, a su madre siempre se le dio muy bien cocinar, tanto que era mucha la clientela que, de toda Asturias, acudía a su local, que en un principio fue tienda-bar.

"Yo soy vecina de Tuernes el Pequeño, de Casa Martínez. Mis padres tenían una tienda bar. A mí me gustaba mucho coser y fui a aprender confección a la academia Migoyo, en Oviedo. Con 18 años ya cosía y fui modista 30 años. Tuve mucha clientela que venía de Posada y otros tantos de Carbajal. También tuve gente que vino a aprender conmigo a coser. Venían de muchos sitios, y no sólo del concejo de Llanera, también de Biedes y de Parades", recuerda ella.

Además de modista fue siempre Sara Martínez una gran cocinera. "Hasta que vine con 78 años a vivir a Posada con mi hija, yo estaba en Tuernes y allí me encargaba de cocinar. Mi hija Marité nació allí y allí trabajo conmigo mucho tiempo atendiendo a los clientes y también ayudándome en la cocina. Yo le hice el vestido de novia. ¡Madre, cuánto trabajé en mi vida!, Pasé toda mi vida trabajando, nunca me acostaba antes de las dos de la mañana y a las siete ya estaba otra vez en pie", señala esta admirable mujer que, aún recordando tantos años de trabajo, lo hace con una sonrisa. Y añade: "Mi vida está en la aldea a pesar de la dureza que tiene el campo. Siempre me gustaron las flores y tener mi huertina donde cultivar y recoger mis verduras".

Cuando sus padres quitaron la tienda, Casa Martínez fue bar, durante muchos años, de parada obligatoria para cuantos querían comer una cocina tradicional bien hecha, cocinada con mucha sabiduría ante los fogones.

"Venían de muchos sitios a comer callos, fabada, pote, pitu caleya, todo tipo de cocidos o una buena menestra, además del arroz con leche, que lo borda" afirma Marité, hija orgullosa de su madre quien, con 90 años cumplidos y una energía y una vitalidad admirables, tiene también un emotivo recuerdo para su marido, Luis, "un hombre buenísimo con quien compartí 60 años de mi vida", y para sus biznietos. "Tengo cuatro; Pepe y Candela que viven en Mallorca, y aquí están Sara y Covadonga. Y en breve llegará la quinta".

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