Juan Carlos Salguero Gómez es el dueño del kiosco El Trópico, situado junto a la plaza ovetense de Santo Domingo, que alberga el colegio que es su principal fuente de clientes. Carlos, como le conocen los habituales del establecimiento, lleva ya 29 años y medio regentando su pequeño negocio. Una vida entre gominolas, periódicos y sus ya famosos snacks a granel. Los millares de alumnos que han pasado en las tres últimas décadas por los Dominicos le conocen bien, y aún siguen acudiendo religiosamente al kiosco muchos años después de haber dejado el centro educativo. Algunos incluso vienen desde otros lugares de España y no faltan a su cita con el veterano kiosquero, que al menos durante once años más "lo que me queda para la jubilación", continuará surtiendo a los incondicionales de su tienda.

De los cafés a las gominolas. "Nací en Arriondas, hasta que en la adolescencia me trasladé a Oviedo. Empecé trabajando en la hostelería, concretamente sirviendo cafés en varios establecimientos. En un determinado momento, mi suegro, que tenía un kiosco, decidió que era el momento de dejarlo. En aquella situación valoré qué era lo que más me convenía, y consideré que para trabajar en una cafetería prefería seguir con el negocio del padre de mi esposa".

Tres décadas dan para mucho. "Son casi 30 años detrás del mostrador. Hay momentos buenos y otros no tanto. Creo que he sabido mantener una relación excepcional con los chavales. Tienes que saber tratarlos, cogerles el punto para entenderte bien con ellos. He visto crecer a las generaciones del colegio. Desde los 3 años que empiezan a venir por aquí, con sus padres y abuelos, hasta los 18 que acaban. La mayoría siguen volviendo de mayores, incluso algunos que viven en otras ciudades se acercan cuando vuelven a Oviedo".

Todo cambia con los años... menos el kiosco. "Uno de los motivos por los que la gente sigue viniendo es que el establecimiento continúa igual que siempre, no ha cambiado en absoluto. Eso hace que los clientes que llevan acudiendo durante tantos años sientan nostalgia de la infancia, por haber pasado tantos momentos buenos entre estas cuatro paredes. Hoy día todo cambia, los dueños de los negocios varían cada poco, y hay que tener mucho aguante para soportar las largas jornadas de trabajo y rentabilizar el kiosco durante tantos años. Antes se vendía todo solo, no exigía tantos esfuerzos. Tiempo atrás hacía dinero hasta el peor de los comerciantes; eso ha cambiado mucho. El éxito se consigue a fuerza de mucho trabajo. Por ejemplo, hay que abrir y cerrar a las horas a las que los clientes están habituados. No puedes pensar que si un día no tienes nada puedes cerrar antes, porque la gente pierde la costumbre y los fieles dejan de venir. Es una pelea diaria por seguir adelante con el sustento de toda la vida".

Largas jornadas tras el mostrador como forma de vida. "Estoy en el kiosco desde las siete de la mañana hasta las diez de la noche. Sólo paro una hora para comer. Son casi catorce horas de trabajo. Con el tiempo te acostumbras. Es algo fundamental para mantener la clientela. Por suerte, no estoy todo el día de pie atendiendo a gente. Puedo sentarme y hablar con los que entran al establecimiento. Si estuviera solo todo el día sería inaguantable. Los chavales vienen, charlan conmigo, y pasan aquí mucho tiempo. Son promociones y promociones que vuelven después de acabar el colegio y se pasan horas aquí. Gracias a eso lo llevo bien".

"Dame 25 céntimos de bolas de queso". "El producto que tiene más éxito en el kiosco son los snacks a granel. Hablo de gusanitos, patatitas de sabores, bolas de queso... Llevo ofreciéndolos desde siempre, y como los chavales empiezan a venir desde los tres años se acostumbran a ello. Con los años siguen pidiéndolos, y gustan mucho aunque sean poco frecuentes en otros tutti-fruti. Son un rasgo distintivo de un local tan tradicional como éste. Además, resultan muy económicos, la gente viene con lo contado, 25 o 30 céntimos, te piden lo que quieren y ahí va: lo que deseen y necesiten en el momento, ajustándose al dinero que tengan. De otra forma, si sólo vendiera bolsas estándar, a lo mejor no les llegaría, y de esta manera les sirvo lo que quieren".

Al menos otros once años como kiosquero. "El Trópico seguirá abierto por lo menos otros once años, los que me quedan para alcanzar la edad de jubilación. Serían ya 40 años de historia, mucha tela. No tengo preparado un sucesor, porque prefiero que mi hijo se dedique a trabajar en otra cosa que no sea el kiosco. Es mejor que su carrera profesional esté relacionada con los estudios que ha realizado. A mucha gente le daría pena que cerrara, de eso estoy seguro, sobre todo a los de toda la vida. Pero el ciclo es así, unas cosas llegan y otras se van, no podemos detener el paso del tiempo. Si me faltaran más años para el retiro seguiría aquí encantado, porque este trabajo me ha dado la felicidad".