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¡Que mal te veo, San Mateo!

El deterioro de la estatua del patrono de Oviedo

Tú, prospero recaudador de impuestos, que al cruzar la mirada con la del carismático Jesús de Nazaret decidiste abandonar la regalada y disipada vida de publicano que disfrutabas, para seguirle incondicionalmente por un camino de incomprensiones y estrecheces; que, sin embargo, con el tiempo te convertirían en uno de los apóstoles más reconocidos por las distintas iglesias cristianas, y el autor más leído de todos los tiempos... ¿Cómo al final caíste tan bajo, hombre?

Nacido en Cafarnaúm, nunca pudiste imaginar que tus restos irían a parar a la Catedral de Salerno; pero lo que rayaba en lo imposible es que un día te nombrarían patrono de Oviedo, donde, desde 1639, Urbano VIII, postergando nada menos que al Salvador, había decidido concederle este título a una obstinada chiquilla de Emérita Augusta que con sólo doce años consiguió sacar de sus casillas al Gobernador Calpurnia, el cual, contra su voluntad, se vio obligado a condenarla a la tortura y la hoguera.

Parecía imposible competir con el currículum de esta carismática santa, pero en el siglo XIX, en contra de todo pronóstico (y volviendo a dejar de lado a San Salvador), los carbayones te transfirieron a ti el titulo que ostentaba la niña Olaya de Mérida. ¡Pero no te envanezcas, Mateo! En tu elección no influyó para nada que fueras santo, ni el más leído y escuchado de todos los tiempos, ni siquiera por tener unas relaciones con Jesús, que hoy día darían que hablar en las revistas del corazón. ¡Haber!... Contando con que la Bula que nos concedió el Papa Eugenio IV en 1438 ("La Perdonanza "de la Santa Cruz), nos limpia de pecados desde el 14 al 21 de setiembre, pensaron los ovetenses que si gestionaban bien esta canonjía podrían dedicarse al desenfreno durante las fiestas patronales, sin tener que pasar un tiempo en pecado mortal (por si las moscas). Para eso deberían hacer coincidir el Patrono con "La Perdonanza". Pusieron el dedo en el día 21 de septiembre, del santoral... ¡y allí estabas tú!:_San Mateo Apóstol.

Pero la verdad, amigo Mateo, es que aquí en Oviedo nunca triunfaste. Mucho cuento con "Las fiestas de San Mateo", pero nadie sabe nada de ti, ni conoce tu aspecto. A mí, sin embargo, siempre me gustaste. Admiro a los escritores y a los libros; y esos dos atributos te convirtieron para mí en un ser querido y cercano. ¡Bueno!, debo reconocer que sin el libro yo tampoco te diferenciaría de los demás discípulos, pero; para eso lo llevas ¿no?...

En 1996, llegando de un viaje, nos sorprendió un montón de gente que, rodeando la isleta que se encuentra delante de nuestro portal, escuchaba la voz inconfundible del Alcalde de Oviedo. Nos acercamos al grupo y en medio de la isleta vimos la escultura de una figura antigua con capa... y un voluminoso libro entre sus manos. ¡Eras tú! Y entonces caí en la cuenta de que el nombre de la calle en que yo vivía no era una alusión a las fiestas de Oviedo, sino ¡un homenaje a tu persona, San Mateo!

Era un destino demasiado humilde para un personaje de tu talla, pero para mí fue una gran alegría tenerte tan cerca. Además al poco tiempo colocaron dos potentes focos que por las noches te conferían un aspecto radiante y majestuoso... Pero con la llegada a mi barrio empezó para ti la decadencia, querido amigo Mateo.

Antes que nada, debo alegar en mi descargo que, por motivos que no vienen al caso, desde hace muchos años durante las fiestas patronales de tu onomástica yo me encuentro lejos de esta ciudad. Este año, hace 20 que llevas en Oviedo y yo ya no puedo callarme más. Entre casi 221.500 habitantes que tiene esta ciudad, ¿es posible que en todos estos años, ni uno solo haya tenido un detalle contigo el día de tu onomástica? Yo, cuando vuelvo de mis viajes, siempre espero encontrar una rosa marchita entre tus manos, o un papel borroso por la lluvia con una frase agradable dirigida a tu persona, o una ramita, ya seca, arrancada del árbol cercano, simulando laurel... No sé, ¡aunque sea la aceituna que sobró del vermú, coño! Pero no. Nunca se acordó nadie de felicitarte y dejarte un sencillo regalo. Y eso no es lo peor, amigo mío.

Yo observo cómo te vas descomponiendo día a día. Desde que los prebostes del Ayuntamiento te plantaron en la glorieta, creo que no sé preocuparon más de ti. Un día desconectaron los focos que te iluminaban y es como si te hubieran borrado de sus memorias, querido vecino. ¡Claro, tú no te puedes ver! Pues atiende, hombre; te voy a explicar en qué condiciones estás, ¡aunque me duela disgustarte! A ver si consigo que hagas un milagro y te auto-rehabilites. ¡Que eres un Santo, Mateo! Que parece que ya lo tienes olvidado, tío. ¡Mira!: ya hace bastantes años que necesitabas un buen repaso de chapa y pintura; pero, últimamente, lo que en su día era pintura en mal estado se ha convertido en una especie de escamas que desde cerca te confieren aspecto de pez. El óxido se ha adueñado de ti por completo, y por los bajos ya te ha devorado parte de los vestidos, que se extienden descompuestos tiñendo de rojo tu pedestal...

Hay una pequeña y delicada zona (la vigilo con especial atención) que cuando el óxido consiga terminar con ella te va a dejar con la capa al viento y no vas a ganar para catarros. ¡Lo siento Evangelista, pero no creo que llegues al final de esta legislación municipal! Dentro de poco, llegarán un par de obreros, de esa casa, recogerán tus restos, y los arrojaran al camión de la basura...

Si te hubiera pintado Caravaggio, El Greco, Rubens, o te hubiera esculpido Miguel Ángel, como a tus "otros tú", a estas horas estarías calentito y admirado en un museo; pero, ¡ay!, para tu mala suerte el escultor se llamaba Rafael Rodríguez Urrusti... Y de ése creo que ya no se acuerdan los mandamases del Ayuntamiento. Y eso que no cobró la escultura. Fíjate.

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