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"El vendedor de noticias..."

La imperiosa necesidad de informaciones de entraña humana que sirvan de estímulo

La inmediatez de la radio, de la televisión y, más recientemente, la llegada de Internet, han hecho que el vendedor y pregonero de noticias haya desaparecido, y que los viandantes saturados por el exceso informativo seamos impermeables a cualquier noticia, ya nos hable de horror, miedo, muerte; ya nos airee promesas y paraísos que sólo duran veinticuatro horas. Nuestra capacidad de asombro, de curiosidad y mejora está bajo mínimos, y quizás -según algunos sesudos intelectuales- la causa de todo ello se viene sembrando desde mediados del siglo XX, cuando, después de la II Guerra Mundial, la única doctrina imperante fue la nada, el nihilismo, la angustia y sus frutos: la duda, la inseguridad y el miedo a vivir...

¡Qué lejos los tiempos en que nuestros bisabuelos plantaban un roble o un castaño para disfrute y solaz de las generaciones venideras! Ahora sólo importa el disfrute, el gozo, el presente. No hay un antes ni un después. La única ideología es la nada. Y con la nada no se puede erigir, levantar, construir ningún proyecto sólido, duradero, que justifique una vida, una entrega, una lucha, una existencia. La Filosofía, la Historia y la Literatura están en vías de extinción, y sus supuestos cultivadores y defensores se han trocado en pesebristas más preocupados de su beneficio, su éxito, su progreso, que de testimoniar que la verdad objetiva, absoluta, existe y exige entrega, protección, trinchera... Pero en el pecado llevan la penitencia, y es que el tiempo pasa, no se detiene, la muerte acecha y el raterillo intelectual no encuentra respuesta a sus amarguras. Y si esto le pasa a algunas o muchas de las cabezas pensantes de nuestro país, no tiene que sorprendernos que se cuestione todo, hasta nuestra propia existencia como nación, por mucha verdad que sea que el rey Fernando de Aragón se casó con Isabel de Castilla o que Colón saliera de Palos de Moguer en busca de las Indias.

He empezado este artículo con el lamento viejo de que ya no hay ni necesitamos voceadores de periódicos que nos digan que el general Prim fue asesinado en la calle del Turco o que nos acongojen con el tañido de muerte del torero Víctor Barrios en Teruel, pero lo que sí necesitamos son portadores de noticias motivadoras, escritores centrados, llenos de certezas y que las quieran comunicar, difundir, esperanzados y confiados en el hombre y en sus posibilidades, buscadores de un mundo mejor, donde hombre y mujer sean protagonistas del bien, de la bondad, del verdadero progreso (y digo todo esto porque desde que los jabalíes asaltan e invaden las calles de Oviedo los animales acaparan los titulares de prensa que nos dicen que nace una jirafa en peligro de extinción en el zoo de Barcelona, que en el valle del Huerna se han asentado una osa y sus crías o que se ha despeñado una cabra en los montes de Somiedo). Es cierto que casi todo puede ser noticia, si hay un buen coplero, pero estamos necesitados de noticias humanas que, aunque escasean, existen y siempre son un estímulo para todos como la de: "Mireia Belmonte: la victoria del esfuerzo sobre el talento", la de: "Ocho parapléjicos crónicos vuelven a sentir sus piernas" -estoy seguro que no tardando volverán a andar, pero para ello se necesita centrar los objetivos: potenciar la investigación-, o la oportuna y certera frase del Papa Francisco de : "Dios cuenta contigo por lo que eres y no por lo que tienes...", entre otras. Podría seguir aportando titulares para la esperanza, para el futuro, para un paraíso en la Tierra compatible con el cielo, pero se necesita un mensajero valiente y honesto que quiera ejercer, que acepte ser cola de león antes que cabeza de ratón, dispuesto a defender su verdad, aunque su premio o aguinaldo sea el futuro, la posteridad, que era el premio que ansiaba nuestro inmortal Cervantes al redactar el prólogo del Quijote y escribir: "Dichosa edad y siglo dichoso aquel adonde saldrán a la luz las famosas hazañas mías, dignas de entallarse en bronce, esculpirse en mármoles y pintarse en tablas para memoria del futuro".

En resumen, el hombre, si de verdad quiere ejercer como tal, no puede contentarse con la nada, con el vacío; con esto no se forjan personalidades, pueblos, naciones, culturas, civilizaciones como la nuestra. Hace un tiempo escuche un villancico de campanilleros del siglo XVII que decía: "Cuando en España se rezaba el rosario, era España el ama del mundo...". Frase propia del Siglo de Oro que, aunque cargada de exageración, no deja de encerrar cierta verdad, y es que los pueblos progresan cuando sus gentes participan de un mismo sentir, de unos mismos ideales, de unos mismos objetivos, de un mismo proyecto. Y algo de esto, si los periódicos no mienten, nos falta hoy.

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