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El cinturonazo que torció la vida de María José

La joven ovetense que acaba de recuperar a su hijo denunció a su madre ante la Guardia Civil por golpearla La progenitora dijo en 2012 que su hija había sido violada

María José Abeng, el pasado mes de julio.

Una madre es condenada judicialmente por dar a su hija un cinturonazo. Esa misma madre denuncia a un hombre al que acusa de agredir sexualmente a esa misma hija. Esa niña de 14 años da a luz mientras vive en un centro de menores del Principado. Se niega a revelar la identidad del padre. El Principado le quita al niño según nace y acaba entregándolo en acogimiento preadoptivo a un matrimonio de Valencia. Un intrincado proceso judicial termina devolviendo al niño a su madre, aunque el Tribunal Supremo aún no ha dicho la última palabra. Se arma un gran escándalo de dimensión nacional porque la familia adoptiva del menor asegura que la madre no está capacitada para atender al pequeño. La madre, ya con 19 años, replica que puede garantizar el bienestar de su hijo e insinúa que el padre del niño podría ser alguien que estaba en el mismo centro de menores que ella e incluso pertenecer a la Administración regional. La abogada de la joven denuncia que el pequeño asturiano es "un niño robado por la Administración"...

El caso de María José Abeng Ayang, de 19 años, nacida en Guinea y residente en Oviedo, está condicionado desde hace años por una conflictiva relación con su madre, Lucrecia Ayang, de 48 años. La joven saltó a la palestra en los dos últimos meses, con motivo de su reclamación judicial para recuperar a su hijo Juan Francisco, de cuatro años, que desde los 18 meses vivía con una familia de Sueca (Valencia), por decisión de la Consejería de Servicios y Derechos Sociales del Principado. El niño le ha sido devuelto por una sentencia de la Audiencia Provincial de Asturias. Tanto el Principado como la Fiscalía de Menores y la familia de acogida tienen recurrida en el Supremo la resolución de la Audiencia y abogan por que Juan Francisco retorne con el matrimonio valenciano.

Esta parte de la biografía de María José Abeng ha sido sobradamente relatada en los últimos días por los medios de comunicación. Lo que estaba casi olvidado es la denuncia que su madre presentó en 2012 contra la Administración regional y contra el joven de 28 años que presuntamente la dejó embarazada cuando tenía 13.

El testimonio de la madre fue publicado por LA NUEVA ESPAÑA el 29 de mayo de 2012. Lucrecia Ayang lloraba al hablar de su futuro nieto, a punto de nacer. "Me emociono de rabia e impotencia, pero no de alegría", puntualizaba. Su hija estaba internada en un centro de menores del Principado. "No sé dónde será el parto, no sé si podré estar presente, y ni siquiera sé si podré tener a mi hija y a mi nieto en casa", decía.

La mujer no era contraria a que su hija estuviera alejada de ella. Veía su estancia en un centro de acogida de menores como "una garantía de seguridad para ella, porque siempre fue un poco cabezota y desobediente". ¿Cabezota? ¿Desobediente? Esta observación remite a otro capítulo de esta borrascosa relación que también había sido publicada por este periódico el 5 de diciembre de 2009. Lucrecia Ayang, que por entonces residía en Mieres, iba a sentarse pocos días después en el banquillo de un Juzgado de lo Penal ovetense para responder de un cinturonazo dado a su hija de 11 años, que sufrió lesiones leves. Se enfrentaba a una petición de pena de un año de cárcel y al pago de una indemnización a su propia hija. Lejos de amilanarse, la niña se había dirigido a un cuartel de la Guardia Civil de Ujo a denunciar lo sucedido.

Las lesiones -una ligera contusión en la frente y en la muñeca derecha- fueron suficientes para que el fiscal solicitase una pena de un año de cárcel para la acusada por un delito de lesiones en el ámbito familiar. La mujer carecía de antecedentes penales. Finalmente, la fiscal se apiadó de Lucrecia Ayang y redujo el año de cárcel a una pena de 30 días de trabajos en beneficio de la comunidad. La mujer aceptó la rebaja sin dudarlo. Además, tuvo que pagar a su hija 150 euros de indemnización. Ambas cruzaron miradas antes del juicio, pero no se dirigieron la palabra.

¿Cómo relata María José Abeng esta secuencia de su vida? En una suerte de autobiografía que hizo pública días atrás, lo contaba del siguiente modo: "A los 11 años, creyéndome la reina del mundo, y ante todo europea, no podía 'permitir' que mi madre decidiera que debía acostarme temprano o que no podía ponerme una ropa determinada. Porque yo era europea. Un día se me ocurrió la 'maravillosa' idea (recuerden que tenía 11 años) de acudir al puesto de la Guardia Civil, para que dijeran a mi madre que yo no era guineana. Pero no fue así. Avisaron a los servicios sociales del Principado de Asturias, y ahí empezó algo que no sé muy bien cómo describir. Quizá la palabra exacta sea 'el infierno' (...). Me ingresaron en un centro de acogida. Y aunque mi madre luchó y luchó por sacarme del centro solo era una 'pobre' mujer guineana, que vivía entre Suiza, (lugar donde trabaja mi padre como ingeniero), España y Guinea. Mi sueño europeo quedó relegado a vivir en un centro de acogida (...)".

Retornamos al punto de la historia en el que Lucrecia Ayang descubre que su hija de 14 años -la mujer decía entonces que su hija tenía 15- se ha quedado embarazada mientras vive en un centro de menores. Según el testimonio de la madre, desde el centro negaron que la joven estuviera esperando un hijo.

"Yo no paraba de preguntar cómo había sido y con quién, pero la niña negaba haber mantenido relaciones sexuales", aseguraba Lucrecia. Tras mucho insistir -siempre según el testimonio que la madre de María José-, la menor le confesó que durante las fiestas de San Mateo de 2011 había estado en la casa de un joven de 28 años junto a una amiga con la intención de volver al centro de acogida antes de las diez de la noche (su tiempo máximo de permiso).

Según este relato, la joven ingirió mucho alcohol y despertó al día siguiente en el piso desnuda, con la ropa destrozada y sin saber qué había pasado. Aseguró que se puso una sudadera y regresó al centro de menores, donde contó a una educadora lo que acababa de ocurrirle. De acuerdo con esta versión, la trabajadora la tranquilizó asegurándole que "no se preocupara de nada" y que informaría a la dirección del centro.

La madre contrató los servicios de un despacho de abogados e interpuso una denuncia contra el centro de menores por "negligencia en el tutelaje" y otra contra el chico de 28 años por presunta agresión sexual. Según los letrados del despacho, el joven llegó a prestar declaración ante la Policía y admitió haber mantenido relaciones sexuales, pero aseguró que fueron consentidas. Sin embargo, la Fiscalía declaró este pasado miércoles a LA NUEVA ESPAÑA que no investigó el embarazo de María José Abeng porque no hubo denuncia alguna de abusos o agresión sexual. Por otro lado, la menor superaba los 13 años, que entonces era la edad legal de consentimiento sexual, un límite que se elevó a los 16 años con la reforma del Código Penal que entró en vigor el 1 de julio de 2015.

Por aquel entonces, Lucrecia Ayang ya manifestó su temor de que la Administración regional decidiera retirarle la custodia de su hija y de su futuro nieto porque "quién me dice a mí que no lo van a dar en adopción". Así fue. Cuando tenía 18 meses, Juan Francisco fue dado en acogimiento preadoptivo a un matrimonio de Valencia. El pasado lunes, le fue devuelto a su madre por orden judicial.

De todo lo narrado se deduce que en esta historia abundan las contradicciones y los cabos sin atar. Lo que suceda a partir de ahora depende de una sentencia del Tribunal Supremo. Quizá el pequeño, su madre y su abuela recobren la paz perdida con aquel desgraciado cinturonazo. Quizá la biografía de esta compleja familia dé lugar a un nuevo serial periodístico.

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