La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

El cuartel de Santa Clara

Sobre la actuación de unos artistas funambulistas alemanes en los años 50

Siendo crío, allá por el año 50 del anterior siglo XX, conocí lo que había de edificio, una parte derruida y otra tapiada, sobre todo lo que daba a la zona posterior del teatro Campoamor.

La entrada, por el mismo sitio de hoy en la Delegación de Hacienda, después de salvar esa parte derruida de cascotes y piedras, se llegaba a un patio interior algo más limpio, donde se habían colocado unas sillas para el público. No eran muchas, porque tampoco daba lugar a un gran número de personas que allí podían situarse.

Así, un domingo por la mañana, mi padre me llevó hasta allí porque había oído que un grupo de funambulistas alemanes iban a actuar.

No eran muchos los actuantes, pero si variado su espectáculo. Uno sacaba fuego de su boca, en tanto otro tragaba un sable. Entre dos columnas de hierro tensaron un cable y por él se paseaban hacia adelante y hacia atrás, sin portar ninguna barra que les mantuviese en equilibrio.

Sin embargo, lo que más me impresionó fue cuando uno de ellos cogió una lámpara de mina y su grueso gancho se lo colgó de la barriga, paseándose entre el público para que viésemos su extraordinaria hazaña. Aún hoy no se me olvida semejante barbaridad, que hasta me impresiona. Lo curioso del caso es que, una vez sacado el gancho de su cuerpo, no sangraba, ni tenía un punto rojo siquiera.

Años más tarde, el arquitecto Ignacio Álvarez Castelar (los bromistas y amigos personales de tan afamado arquitecto, le llamaban "Nacho el de Cangas" por su procedencia de Cangas de Narcea), en 1960, le dio una vuelta completa a tal ruina y así quedó la Delegación del Fisco.

Compartir el artículo

stats