Familiares y amigos se reunieron ayer, con emoción y fraternidad, en la iglesia de los Carmelitas de Oviedo a la una de la tarde para despedir a Carlos Fernández-Villasuso, fallecido el sábado en Oviedo a la edad de 83 años.

Fernández-Villasuso nació en Cuba, donde residía su familia, y con ellos regresó a España con la llegada de la revolución castrista. En Oviedo fue director del Banco Espírito Santo, la entidad que luego, ya sin Carlos Fernández-Villasuso al frente, se transformaría en Novo Banco de Oviedo. A los amigos y conocidos de su ámbito laboral se sumaron ayer en su funeral los muchísimos compañeros que tuvo en el mundo del tenis, un deporte del que era apasionado hasta el punto de que siguió jugando hasta hace sólo dos años, cuando una lesión de rodilla le impidió regresar a las canchas del Club de Tenis de Oviedo.

Los socios más veteranos de la entidad, numerosos en el funeral celebrado ayer, recordaban cómo Carlos Fernández-Villasuso fue uno de los autores del proyecto de las primeras pistas de tenis que tuvo el club ovetense. También fue árbitro internacional y estuvo muy vinculado a la Federación Asturiana de tenis.

En el funeral celebrado ayer, se recordaron de forma especial los últimos días de Carlos Fernández-Villasuso, en la habitación 112 del Centro Médico, donde los facultativos trataban de que superase un ictus. A pesar de los terribles momentos y del sufrimiento de su viuda, María Josefa Díaz-Rubín, el sacerdote destacó su entereza y el ejemplo de fe y responsabilidad mostrado por el fallecido durante toda su vida.

A su trayectoria en Banco Espírito Santo y su afición por el deporte del tenis, Carlos Fernández-Villasuso sumaba también otra pasión destacada y compartida con sus amigos, practicar la pesca en la costa de Luanco.