Siempre con una sonrisa en la boca, como aparece en la fotografía que acompaña a este texto. Así recordarán sus amigos y familiares al hostelero Rubén Suárez Álvarez, fallecido el pasado martes a los 40 años de edad víctima de un traicionero infarto que se lo llevó de forma repentina. El copropietario del Brighton Bar -Rubén Suárez regentaba el bar de la calle del Peso junto a su marido, Maikel Akosta- había conseguido hacer de sus clientes "una gran familia", que se sintiesen "como en casa" en un establecimiento en el que su dueño "siempre estaba feliz" y transmitía "buen rollo" tras la barra. "Era un hombre que siempre estaba de buen humor. Hacía muchas bromas y admitía las que le gastaban", explicaba ayer en el tanatorio de Los Arenales uno de sus mejores amigos, Carlos Montero.

No hay más que ver cómo estaba ayer el velatorio para darse cuenta de que Rubén Suárez era una persona muy querida en Oviedo. Durante el acto de celebración de la palabra para despedirlo no cabía ni un alma en la capilla del velatorio. Muchos de sus amigos tuvieron que escuchar el acto de pie o desde fuera de la estancia. "Estamos hechos polvo. Era una persona mediadora, conciliadora y muy amiga de sus amigos", asegura otro de sus allegados, el también hostelero Manuel Solís, que ayer estaba visiblemente afectado. "Es que tenía muchos planes y la vida se los ha truncado", repetía Solís.

No en vano, Rubén Suárez había anunciado el traspaso de su local. En enero tenía previsto mudarse a Estados Unidos porque a su marido, que tiene un doctorado en Biología, le han concedido una beca de investigación en la Universidad de Harvard. "Estaba muy ilusionado con eso", explica Bárbara Romaní, que ayer vino desde Galicia para despedir al hostelero de la eterna sonrisa.