Los medidores que los Bomberos de Oviedo usan para detectar monóxido de carbono se volvieron locos el martes en el portal número 1 de la calle Joaquín Blume, cerca del Palacio de los Deportes. Las lecturas en el cuarto de calderas arrojaron "niveles máximos y saturaron nuestros detectores". Así lo afirma el jefe del Servicio de Extinción de Incendios y Salvamento (SEIS), José Manuel Torres. El parte de aquel día señala una concentración de 999 partes por millón (ppm), o lo que es lo mismo, 999 litros de monóxido de carbono por cada millón de litros de aire. Para hacerse una idea de lo que significan estos datos es necesario añadir que la mayoría de las normativas de salud laboral advierten que una exposición superior a 40 ppm es perjudicial. Y que además, una exposición 1.200 ppm en un periodo puntual puede resultar muy lesiva e incluso letal. Así, con las cifras encima de la mesa, queda por determinar el tiempo que Alejandro Álvarez Caballero -fallecido por inhalar monóxido de carbono en Ventanielles- estuvo dentro del silo del edificio. Una tarea que está en manos de la Policía Científica.

La caldera comunitaria de pellets del inmueble de la calle Joaquín Blume está en una sala independiente dentro del portal y tiene, de forma separada, un silo para almacenar el combustible y la propia caldera. Entre ambos hay un conducto llamado "husillo sinfin" que sirve para que los pellets pasen del silo a la caldera. Según las primeras investigaciones, ese conducto pudo averiarse y hacer que los pellets se quedaran almacenados hasta el punto de fermentar y producir una alta concentración de monóxido de carbono. Este fenómeno, según los profesionales en energías renovables, es sumamente raro. Así, responsables de la empresa Astuvasa (especializada en biomasa) afirman que nunca han visto un caso similar al ocurrido el martes en Oviedo. Puntualizan que el Ministerio de Industria obliga a señalizar la entrada del silo y que si el acceso a este almacén está en la sala de calderas en lugar de en la calle, debe tener doble puerta y un "vestíbulo de independencia", tal y como ocurre en Joaquín Blume, 1.

Sin embargo, lo que no está tan claro es la forma correcta y estandarizada de entrar en un silo de pellets durante una revisión, ni tampoco existe una reglamentación. De hecho, los profesionales zanjan la cuestión afirmando que "depende de cada uno".

Los dos revisores eran socios de la empresa "A&A Ingenieros Medioambientales", pionera en su campo en Asturias. El fallecido, Alejandro Álvarez Caballero, de 39 años, vivía en Avilés, tenía tres hijos, era ingeniero de minas y al igual que su compañero tenía una dilatada trayectoria profesional. Tras inhalar el monóxido de carbono aquel fatídico día, estuvo cerca de media hora en parada cardiorrespitaria y fue trasladado al HUCA donde falleció tras pasar la noche en coma. Su compañero, de 43 años, es ingeniero industrial y necesitó un tratamiento específico en una cámara hiperbárica del Hospital Universitario Marqués deValdecilla, en Santander, para restablecer sus niveles de oxígeno. Ambos fueron a Ventanielles a revisar la caldera, que había sido instalada dos años antes por otra compañía.