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Cutrerío y dejadez en el Naranco

El entorno de los monumentos prerrománicos presenta un estado deplorable y construcciones ruinosas al lado de las joyas ramirenses

Cutrerío y dejadez en el Naranco

¡Cómo pasa el tiempo! En dos años se cumplirá medio siglo de la propuesta que don Joaquín Manzanares hiciera a don Manuel Cueto Guisasola, concejal del Ayuntamiento de Oviedo, para que elevase una moción al Pleno del mismo sobre una propuesta de parque municipal del Naranco con el subtítulo de "Conservemos dignamente los monumentos del Naranco".

No vamos a reproducirlo pero sí mencionaremos lo más importante. Decía el admirable Joaquín: "la ciudad se encuentra ante obligaciones ineludibles en el terreno de la defensa y valoración del patrimonio histórico artístico". Continuaba más adelante: "Propios y extraños reconocemos la importancia de la maravilla arquitectónica que supone la existencia del palacio de don Ramiro y el templo de San Miguel. Los propios nos envanecemos y ufanamos de esta herencia y los extraños la codician con envidia, escandalizándose de la frialdad con que la conservamos. Corresponde al Ayuntamiento de Oviedo velar celosamente por el mantenimiento digno y adecuada ambientación del espacio vital de dichos monumentos, joyas sin par de la cultura milenaria de Europa".

El cronista oficial de Asturias, entre otras, proponía las siguientes soluciones: "Cierre con seto vegetal impenetrable de todos los linderos del parque municipal, cuyo acceso habría de realizarse únicamente mediante el pago de entrada con derecho a explicación de las características de ambos monumentos. Construcción de una variante para alejar el tráfico de ellos; nombramiento de un guardia permanente; repoblación forestal con especies autóctonas, para recobrar un carácter que se está perdiendo en esa zona".

¡Qué tristeza! Cinco décadas después, mírenlos desde el ángulo que quieran, todo sigue igual o peor. Está claro, comprobada su ineficacia durante todos estos años, que a los responsables del poder autonómico y municipal las joyas del prerrománico les importan un comino. Por supuesto ya sé que no es así, si bien dan a entender que, como no haya sido para salir en la fotografía de algún acto oficial, ni se han acercado a visitarlos. ¡Oiga! Aunque solo sea por los cientos de personas, de todas las nacionalidades, que cada día suben a admirarlas y por, a poco que estas se fijen, el desencanto que sufrirán al comprobar que dos obras arquitectónicas sin par, admiradas en todo el mundo, reciben tan infame cuidado. ¡Qué comentarán cuando retornen a su lugar de origen!

El entorno, ni queriendo puede estar más cutre. En cuanto se sobrepasa el edificio del aula didáctica se deja ver lo que en principio nació para fuente, con una -hay que tener mucha imaginación para decir que era un surtidor- especie de columna rota por todos lados, impresentable a todas luces. Cierto que la fuente está seca y, por el contrario, el agua arroya por el muro cercano dando un aspecto miserable. No diré nada, para qué, ustedes las van a ver, de unas maderas que, allí mismo, facilitan el acceso de los coches a la acera.

Caminen unos pasos y se toparán con las ruinas de unas antiguas cuadras. A escasos metros de Santa María del Naranco, luciendo su falta de techumbre, los muros a medio desmoronarse y ocultando una maravillosa panorámica de Oviedo y sierra del Aramo. Solo verlo produce amargura y desánimo. A 20 metros se levanta lo que antaño fue casa rectoral, totalmente arruinada. Causa daño a la vista contemplar su estado. Si alguna ventana resiste será sin cristales o con ellos rotos. La mayoría ni marco tienen. A modo de garganta profunda resplandece un tétrico balcón. El tejado de la buhardilla derrumbado, el de la casa ni les cuento. La herrumbrosa antena a punto de echar a volar. Eso sí, las pinturas basura de los grafiteros relucen por los cuatro costado. Pensar que esta siniestra construcción casi está pared con pared con una de las joyas del arte ramirense da vergüenza. ¡Ah!, y los jabalíes, arando la pradera, como Pedro por su casa.

Franceses, ingleses, alemanes, americanos, chinos, japoneses, españoles?, en esta era tan comprometida con la fotografía, ¿las colgarán en Facebook, Twitter o cualquier otro medio social? No quiero pensar el ridículo que quizás estemos haciendo.

Si lo que poco cuesta -nada más que buena voluntad- no se realiza, para qué mencionar un desvío de la carretera, vigilancia las 24 horas del día, cerrar su entorno para controlar el acceso cobrando la entrada y con derecho a una explicación guiada. Todo ello proporcionaría puestos de trabajo, dinero y, sobremanera, seguridad a los monumentos.

No sé si por reiterativo y pesado alguien tomará nota y solucionará para siempre estos gravísimos problemas. ¡Falta hacía! De todas formas, conste que soy de los que cada pocos días me acerco hasta La Cuesta y he de confesar que, a pesar de todos estos fallos, con sol, lluvia o niebla, estar a su lado me sigue emocionando.

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