La familia de Rami Charif -el bebé de 21 meses que perdió la vida la madrugada del domingo al lunes tras precipitarse al vacío desde un cuarto piso en la Argañosa- necesita "alrededor de 6.000 euros" para llevar a Tánger el cuerpo del pequeño, un trámite muy importante para sus padres teniendo en cuenta que uno de sus deseos, tras el duro golpe que ha supuesto para ellos la muerte de su hijo, es que el niño descanse en Marruecos, su tierra natal. "No tenían seguro de repatriación y todas estas cosas tienen un coste, pero seguro que no van a tener problemas porque sus compatriotas los vamos a ayudar en todo lo que sea necesario", asegura Driss Boudden, el presidente de la Asociación de Marroquís de Asturias, un colectivo que tiene su sede en Avilés.

Aunque a día de ayer no lo había confirmado, Boudden está "casi seguro" de que será el propio consulado de Marruecos en España el que correrá con los gastos de la repatriación. No en vano, el consulado ya se ofreció a poner el dinero necesario para ayudar en su día a la familia de Abderrahim Bakkar, el joven de 19 años, de origen marroquí y vecino de Oviedo, que falleció a mediados del mes de julio en la playa de Carranques (Carreño) cuando se bañaba junto a sus hermanos. "La familia no tiene que preocuparse porque es prácticamente seguro que el consulado va a ocuparse de todo, pero en caso de que no sea así se recogerán donativos en las mezquitas o se hará lo que sea necesario para ayudarlos en un momento tan duro", recalca Driss Boudden. "La muerte de esta criatura ha sido un palo muy grande para todos nosotros, nos ha afectado mucho y desde la asociación estaremos al lado de su familia", asegura el presidente del colectivo que representa a los marroquís afincados en el Principado.

El fatal suceso se produjo alrededor de las dos y media de la tarde del domingo. Según se desprende de las investigaciones, el pequeño trepó por el mueble que hay debajo de la ventana de su habitación y abrió totalmente una de las hojas del ventanal que en ese momento estaba entreabierto y con la persiana a la mitad. Una vez allí, de pie o a gatas, empezó a arrojar peluches y diversos objetos al patio hasta que perdió el equilibrio y se precipitó al vacío.