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Los cultivos del Paraíso

Frutos perdidos en la espesura

Un carámpano. Pelayo Fernández

Allá abajo se veía la cabaña con el humo azul saliendo de su chimenea. Mi amigo Marcial siempre había sido un poco raro. En realidad no era amigo directo sino consorte; se había casado con una de las amigas de mi mujer y no le quedó más que unirse a la pandilla de los viernes.

Con el paso de los años acabó siendo uno más, aunque sin perder cierto aire de reserva. No había nada misterioso en ello; Marcial no era de bullicio, ni de salir, y mucho menos de trasnochar; él mismo lo decía: "tengo alma gallinácea, de andar a mi aire buscando caracoles, sin estar en el barullo del gallinero, y al anochecer subirme al palo a dormir hasta que amanezca".

La vida da muchas vueltas y con los dos hijos ya fuera del nido él y su mujer acabaron separándose civilizadamente. Dos años más tarde le llegó la jubilación. "Es el momento de poder hacer lo que yo quiero", nos dijo en los vinos de uno de los viernes, a los que asistía alguna vez. Compró una cabaña de paredes recias en una de las sierras centrales de Asturias, y un quad de segunda mano.

Cedió a sus hijos el piso de Oviedo -la vivienda familiar había quedado para su esposa-, seleccionó doscientos entre sus libros y el utillaje necesario, y se marchó a vivir a la montaña.

Bajaba a Oviedo a veces -para resolver papeles, comprar alguna cosa, socializar- y siempre nos decía que subiésemos a visitarlo alguna vez.

"Es fácil llegar; y si vais a últimos de otoño os invitaré a algo que nunca comisteis: carámpanos". "¿El hielo que cuelga de los tejados?", dijo Manolo, otro de la pandilla. "No, el fruto perdido", respondió Marcial.

Es cierto que el carámpano o carámpanu es un fruto casi extinguido. Muy pocas personas lo conocen ya, a pesar de haberse dado en nuestra tierra desde siempre. Su nombre científico es "Mespilus germanica", y en castellano se conoce como níspero europeo, aunque nada tiene que ver con él.

Es un arbusto de tamaño medio-grande, con hojas de buen tamaño que recuerdan en su forma a las del tabaco.

El motivo principal de su desaparición es, sin duda, el haber dejado de cultivarlo hace mucho tiempo, hasta llegar al olvido, a pesar de su rareza -que le daría valor comercial- y a que el clima asturiano es ideal para su desarrollo.

Me han contado que han visto alguno, asilvestrado, en Ribadedeva. A mí me los enseñaron hace muchos años en Gijón. Sus frutos son pomos -tipo manzana- pequeños de cuatro o cinco centímetros de diámetro, que deben consumirse muy maduros, pues en caso contrario son muy indigestos. Su sabor es casi el mismo que el de las manzanas asadas. Cuando lo había, se usaba para compotas y mermeladas.

Es muy rústico, casi sin enfermedades, y con valores medicinales: es recomendable para mejorar el funcionamiento del hígado y el sistema urinario. Su corteza se utilizó como fuente de quinina. Como casi todos los vegetales, el carámpano es rico en vitaminas, sobre todo C y B, y pectinas. El pasado mes de noviembre me acerqué a la cabaña de Marcial. No tardé nada en llegar: en Asturias, la ciudad y la naturaleza están muy cerca.

Lo había avisado por un mensaje y me esperaba. La cabaña es grande y acogedora. Austera, pero suficiente.

"Y muy barata de mantener, no tengo recibos, Carlos. Sólo la contribución", me dijo. Y añadió: "El agua viene de la fuente, aquí al lado, y la energía eléctrica la obtengo de la placa solar y las baterías. En Oviedo, el sueldo me quedaba justo, igual que entraba salía, la ciudad es una trampa. La vida aquí es sencilla en lo material, e infinita en lo sensorial. No gastas, no hay la enfermedad del consumo, y la paga de jubilación se va acumulando en la libreta del banco. El gimnasio lo tengo alrededor de la cabaña, y en cuanto a calefacción uso la leña, que es el único combustible que da calor no una vez, sino dos. Pero lo más importante de todo es que aquí tengo los cuatro elementos necesarios para vivir en paz: naturaleza, silencio, sencillez y descanso", explicó Marcial con orgullo.

-¡Hombre, Marcial, yo añadiría una mujer que se pareciese a Ava Gardner!

-He dicho para vivir en paz, Carlos.

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