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Análisis

HUCA: una terapia para escapar de la mediocridad

Ante el hundimiento del complejo sanitario ovetense en los rankings nacionales

HUCA: una terapia para escapar de la mediocridad

Al ser humano le chiflan los rankings, por más que sepa que muchos de ellos mienten más de lo que hablan. Al Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA) le han amargado las Navidades dos clasificaciones que lo sitúan, respectivamente, en los puestos 47 y 52 del top nacional. A la vista de los resultados, surge una pregunta retórica: ¿Se han gastado los asturianos 500 millones de euros en la construcción del nuevo HUCA para disponer de una carcasa de lujo que compite -es un decir- en la zona media-baja de la clasificación? La respuesta ha de incluir un tratamiento, pero toda terapia requiere un diagnóstico previo. Vayamos paso a paso.

El rigor de los rankings. Volvamos al principio: hablemos de los rankings hospitalarios. Su éxito reside en esa tendencia, tan humana como morbosa, de compararse con el vecino. Cabe, de entrada, preguntarse quién los elabora y por qué. Y, acto seguido, cómo se hacen y a quién se pregunta. ¿Cuánta gente en España es lo suficientemente experta como para opinar sobre la calidad asistencial del Hospital Universitario de Guadalajara? O, por quedarnos con lo nuestro, ¿quién conoce el Hospital Cruz Roja de Gijón como para opinar sobre él? El Complejo Hospitalario de Navarra, que sobre el papel goza de un prestigio notable, queda relegado al puesto 50 en una de las clasificaciones (tres posiciones por detrás del HUCA), y se alza hasta el 13 en la otra (39 puestos por delante del HUCA). La Fundación Jiménez Díaz lidera uno de los rankings y queda undécima en el otro. Podrían buscarse otros ejemplos similares, pero no parece necesario abundar en las disparidades. En efecto, ambos informes, basados en encuestas, ofrecen aspectos muy discutibles, tanto en métodos como en resultados. Sin embargo, en lo que se refiere al complejo sanitario de La Cadellada, la credibilidad de las conclusiones -demoledoras- aumenta debido a la coincidencia de las dos encuestas.

¿Todos en el mismo saco? Una segunda cuestión: las mezclas. Parece evidente que, en esta temporada, el Gijón Industrial, líder de la Regional Preferente de fútbol, está funcionando mucho mejor que el Sporting, que ocupa puestos de descenso en Primera. Si se realiza una encuesta, es de suponer que los ciudadanos refrendarán esta opinión. Pero de ahí a juntar en un mismo ranking a uno y a otro... Cabe preguntarse, por ejemplo, si en el cuestionario fue incluido el Hospital Monte Naranco, un centro sanitario que en lo más específicamente suyo --la geriatría- presta unos servicios espléndidos y logra un alto índice de satisfacción entre los pacientes.

La mayor empresa de la región. Después de lo dicho, habrá quien entienda que no merece la pena seguir hablando de la cuestión. Sin embargo, por encima de todas las reticencias que puedan suscitar los rankings, sobrevuela una realidad inquietante: dos estudios contemporáneos relegan al supuestamente gran hospital de Asturias al entorno de la posición 50 en el contexto nacional. Sí, al HUCA, el hospital del que los ciudadanos de esta región deberían sentirse legítimamente orgullosos. Aquel en el que muchos médicos quieren llegar a trabajar, aunque sea en el último tramo de su carrera, porque consideran que significa un broche dorado a su trayectoria. El nuevo HUCA lleva dos años y medio en marcha, la legislatura autonómica se acerca a su ecuador. No cabe demorar las soluciones. El problema no es que el Hospital de Cabueñes de Gijón haya superado en prestigio al HUCA, atizando de este modo todos los fuegos de la rivalidad localista. El problema es que los asturianos necesitan que la mayor empresa de la región -más de 5.000 trabajadores-, y máxime si pertenece a un sector tan crucial como el sanitario, funcione con un mínimo de solvencia. En el Hospital Central se consumen aproximadamente uno de cada ocho euros del presupuesto global del Principado, que para este año asciende a 4.226 millones al año.

El problema de la desafección. En el diagnóstico va implícita la terapia. Primer síntoma, gravísimo. Hay trabajadores del HUCA que se alegran de los malos resultados. No tanto porque sean unos tipos aborrecibles, sino porque consideran que estos resultados les dan la razón. La pregunta es: la razón, ¿frente a quién? El Hospital Central de Asturias tiene un problema muy gordo: una porción sustantiva de su plantilla no siente los colores, no se identifica con su empresa, manifiesta una marcada desafección ante la "marca HUCA". Eso hace que flote en el ambiente, y se transmita, el virus del desánimo, de la mala leche; esa disolvente actitud de empezar la jornada enfadado con el mundo, como si toda la humanidad te debiera algo.

Activar a la "clase media". Las autoridades sanitarias, el equipo directivo del HUCA y, con ellos, los mandos intermedios, tienen que conocer esta situación y atajarla. Han de hacer ver a la plantilla que, aunque pueda estar parcialmente justificado e incluso originado por errores suyos -de la superioridad-, este modo de pensar y de actuar es dañino y estéril. Hay que quitar la razón a los desafectos creando un ambiente colaborativo, en el que la "clase media" del HUCA -esa formidable nómina de profesionales discretos, trabajadores, eficaces y extraordinariamente volcados en la atención amable a los pacientes- vea recompensada su labor frente a quienes sólo se dedican a sestear y a generar bilis.

Una gestión racional. Acto seguido, la clase media del HUCA tiene que orillar las actitudes indeseables de quienes se niegan a sudar la camiseta. Ahora bien, a la clase media del HUCA hay que espolearla con medidas de gestión racionales que tengan en cuenta sus puntos de vista y sus ganas de crecer profesionalmente. En este punto, hay que pedir a los sindicatos que renuncien de una vez por todas al "café para todos", que sólo genera mediocridad y favorece únicamente a los que aspiran a vivir haciendo lo menos posible.

Estabilidad y despolitización. Segunda observación diagnóstico-terapéutica. El HUCA ha acumulado cinco gerentes distintos en el plazo de cinco años. Este dato quizá explica por sí solo la caída al puesto 50 del ranking nacional. El actual gerente, Luis Hevia Panizo, llegado el pasado mes de septiembre, está diseñando su equipo directivo. El Hospital Central necesita una línea estratégica clara y estable, conocida por la plantilla, incluso compartida en cierta medida por la ciudadanía. El siguiente paso de la estrategia resulta palmario: despolitizar el HUCA. Que lo de menos sea el nombre del consejero de Sanidad o del gerente del Servicio de Salud (Sespa). El HUCA es ante todo de unos gestores competentes, de una plantilla motivada y de unos usuarios que exigen resultados de forma enérgica, pero también razonable. Lo que resulta devastador es cambiar de hoja de ruta cada poco tiempo. O que no haya hoja de ruta.

Lo difícil, bien; lo pequeño, mal. El siguiente escalón aparece también como fruto de la lógica: urge definir qué se quiere que sea el Hospital Central. La cuestión no es fácil. ¿Debe ser un gran hospital de referencia para Asturias, un hospital comarcal para Oviedo y su entorno, o las dos cosas a la vez? Al HUCA le sucede algo curioso. Resuelve magníficamente los desafíos complejos:_grandes reconstrucciones de pacientes fracturados por mil sitios, complejos procesos tumorales, trasplantes que rozan lo imposible... Sin embargo, lo pequeño se le atraganta:_un dolor persistente, no muy intenso pero sí constante, insidioso y hasta discapacitante; un problema digestivo, renal o traumatológico que requiere pruebas, exploraciones y, en definitiva, un trabajo médico perseverante... Ahí es donde el HUCA roza la ineficacia casi absoluta. Nadie sabe explicar por qué, pero a los pacientes de consultas externas se les cita en masa para las ocho y media, y la consulta no empieza a funcionar hasta pasadas las nueve, con el frecuente resultado de una mañana perdida para el usuario.

Una hoja de ruta estable. Hay que definir lo que se quiere que sea el HUCA. Pero no para cuatro años, sino para un periodo mucho más largo. Luego llegarán las nuevas tendencias, las nuevas demandas, que obligarán a modificar el rumbo. Pero a día de hoy urge determinar lo que el HUCA_debe ser; diseñar la articulación entre las grandes gestas sanitarias y la resolución de los pequeños problemas de salud; comprometer de verdad a los mandos intermedios; involucrar en la gestión a la sufrida clase media de todas las categorías profesionales del complejo hospitalario; arrumbar a los que sólo buscan el modo de hacer lo menos posible. Si esto se logra, habrá que dar por buenos los mazazos propinados por los rankings hospitalarios. Si se consigue, habrá que concluir que las comparaciones no sólo no son odiosas, sino que pueden llegar a ser una fuente de estímulo y de virtud.

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