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De Luis aguarda la libertad estudiando alemán y Políticas y "sin arrepentirse"

El exjefe de la Policía Local mejora su currículum en la cárcel de Lugo, en la que cumple condena a la espera de que le concedan el tercer grado en febrero

Agustin de Luis, el pasado verano, camino de prisión. RICARDO SOLÍS

"Lo único que recibe son libros de la UNED y la visita de sus hijas una vez al mes. Lo que no ha hecho es arrepentirse de lo que hizo". Espartano, igual que la vida del recluso Agustín de Luis -excomisario de la Policía Local de Oviedo- entre rejas, es el comentario que realizan desde la prisión de Monterroso (Lugo) sobre la rutina en la cárcel del que fuera el todopoderoso brazo de la ley en la capital del Principado durante más de tres décadas. Y es que De Luis, según fuentes penitenciarias conocedoras de su día a día en Lugo, aguarda "tranquilo y un poco más sosegado de lo que entró en la cárcel" (allá por el 21 de julio de 2016) a que llegue su segunda oportunidad para lograr el tercer grado y poder cumplir lo que le resta de condena en casa.

A mediados del próximo mes de febrero se reunirá la junta de tratamiento para evaluar la situación del policía salmantino, condenado a dos años y siete meses de cárcel por haber ocultado un expediente para evitar que un hostelero ovetense -dicen que amigo suyo, De Luis lo niega rotundamente- pasara por el juzgado tras atropellar bajo los efectos del alcohol a un peatón en el barrio del Cristo el 13 de enero de 2012. Mientras tanto, el "sheriff" de Mogarraz afina su currículo académico estudiando alemán y tratando de añadir a su título de Derecho la carrera de Ciencias Políticas, en la que se ha matriculado por la UNED. "Hace poco más", afirman quienes le conocen. Eso, y recibir la vista de sus hijas una vez al mes y la de su confesor espiritual, el párroco de la basílica ovetense de San Juan.

De Luis ha optado por renunciar a las visitas semanales a las que tiene derecho -estas se hacen a través de una mampara con "público" alrededor- para concentrar todo el aire fresco que le llega del exterior en los vis a vis familiares -en ellos hay contacto directo en una sala sin la presencia de otros reclusos- que se le permiten una vez al mes durante más de hora y media. Así consume el tiempo de una pena que espera poder acabar cumpliendo en su domicilio. Las opciones que se le presentan por delante son conocidas: vivir libre durante el día y tener que ir a dormir de lunes a jueves a un centro de inserción social (CIS) -en Asturias está frente a la prisión de Villabona- o poder hacer vida casi normal equipado con una pulsera (medios telemáticos) que sirva para que las autoridades penitenciarias sepan que está donde tiene que estar a su hora.

Para dar este salto y dejar la prisión lucense, a De Luis le queda la prueba -que en condiciones normales no sería nada dura- de la junta de tratamiento. Ésta está formada por los altos funcionarios de la prisión, psicólogos, educadores, trabajadores sociales... que conocen el día a día de los presos. Allí debería llegar De Luis, escuchar el resultado de los dictámenes previos emitidos por todas las partes y, en cierta manera, verbalizar su arrepentimiento. Pero... "es un genio y figura", dicen desde su entorno, lo que en lenguaje "agustiniano" se traduce en "arrepentimiento cero". Y esto, el arrepentimiento, es básico para que la cárcel de luz verde a la posibilidad de que De Luis se acoja al tercer grado.

Ergo... Pues que, o De Luis afloja, traga saliva y pide perdón con cara de niño bueno, o tendrá que esperar otro puñado de meses a que vuelva a reunirse la junta de tratamiento para abordar sus situación. Sus asesores jurídicos -en este caso el penalista Fernando de Barutell- prefieren guardar un discreto silencio para no enturbiar el panorama carcelario de su cliente. Eso sí, Bartutell niega una y otra vez que la situación de Agustín de Luis esté encallada "ayudada" por los improperios que el excomisario de Oviedo -lo fue con Luis Riera Posada (UCD), Antonio Masip (PSOE) y Gabino de Lorenzo (PP)- lanzó contra los jueces y juezas que estudiaron su caso. "Juridicidio", "injustamente tratado como el Cid o un tal Jovellanos" son solo algunas de perlas que el veterano policía dejó en una extensa entrevista publicada por LA NUEVA ESPAÑA horas antes de su entrada en prisión.

Y es que De Luis puso en duda la independencia de los magistrados una vez que vio cómo el caso del atestado se iba torciendo hasta la decisión final -recurso al Supremo incluido. De lo que De Luis parece no tener queja -al menos no ha transcendido ninguna- es de las "comodidades" que tiene en su "chabolo" de la cárcel de Monterroso. Se trata de un presidio específico para Policías Nacionales, Locales y Guardias Civiles. Allí fue trasladado seis días después -estuvo cuatro en busca y captura- de entrar en la cárcel de Villabona rebautizándola como "calabona" y afirmando que iba a dar clases de alemán e inglés a los reclusos. Tiene una celda para el solo dado que el nivel de ocupación de la cárcel de Monterroso está muy por debajo de la media del resto de las prisiones españolas.

Al margen de las visitas de sus hijas, su sacerdote y su abogado, De Luis mantiene contacto con el exterior gracias a la media docena de llamadas -eso sí, a números predeterminados y con el visto bueno de Instituciones Penitenciarias- a las que tiene derecho mientras espera dar por concluida su experiencia en el trullo por culpa de una multa mal quitada.

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