Óscar González Álvarez, Don Oscar para sus alumnos, un referente de la enseñanza del atletismo en Oviedo, en especial en el colegio público de Ventanielles, falleció el pasado jueves en Oviedo a los 76 años de edad, después de una larga enfermedad. Se había jubilado en el IES Aramo como profesor de Matemáticas.

Por el atletismo sentía pasión, hasta el extremo de que, ya jubilado de la enseñanza, no dudaba en desplazarse por distintas partes de España para participar en carreras de veteranos. Esta disciplina deportiva suponía tanto para él que incluso siendo profesor de Matemáticas quiso dar clase de Educación Física.

Los que recuerdan lo hacen refiriéndose a él como una persona "excepcional". Su amor por el atletismo lo llevó a ser profesor de Gimnasia en el colegio público de Ventanielles, adonde llegó en los años setenta, una época difícil por la falta de recursos económicos. Pero para solucionar estos problemas ahí estaba Óscar González, que conseguía equipaciones para los alumnos: en su coche nunca faltaban zapatillas de clavos de varios números para que los chavales pudieran competir en igualdad de condiciones.

Otro significativo ejemplo de su valía como educador y como persona: no sólo se preocupaba de que todos sus alumnos hicieran deporte, sino que seguía sus estudios animándolos en todo momento a superarse. Quería que llegaran a la Universidad, y muchos de ellos lo lograron, de lo que él se enorgullecía.

A su amigo José Álvarez García, Pepín Teverga (entrenador de atletismo), la noticia del fallecimiento de su amigo le cayó como un jarro de agua fría. "Era un enamorado del atletismo, además de una persona muy culta y encantadora que estaba entregado a la formación de los chiquillos". También recordó Pepín Teverga que su entrega y su conocimiento del atletismo lo llevaron a ser directivo del Club Atlético Universitario (CAU) de la Universidad de Oviedo.

En la última "San Silvestre" no pudo participar, pero no se la quiso perder como espectador a pesar de lo avanzado de su enfermedad. Durante su estancia en el Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA) llegó a medir las baldosas del pasillo y todos los días caminaba unos cuatro kilómetros. Ni en los momentos más difíciles podía estar sin hacer ejercicio.