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Escuela infantil La Florida

Una escuela abierta a todo el barrio

Los niños de hasta tres años de La Florida realizan salidas por la zona y reciben visitas de los usuarios de un geriátrico cercano

Dos críos apoyados en la puerta que conecta dos de las clases de la escuela infantil.

Estas Navidades, los usuarios de un centro geriátrico cercano se disfrazaron para visitar a los niños de la escuela infantil La Florida y ayudar a los Reyes Magos en la recogida de deseos para acertar con el posterior reparto de regalos. El centro tiene muy buena relación con el entorno y lo celebra con encuentros como éste, que fomentan el contacto "intergeneracional". También realiza salidas por los alrededores, para que los niños, además de disfrutar, aprendan a experimentar con elementos que no pueden encontrarse en las aulas. "Estamos muy integrados en el barrio", explica Sabino Gómez, director de la escuela. El año anterior, el apoyo a Sus Majestades lo prestaron las personas con discapacidad intelectual del centro de atención integral (CAI) Naranco.

Las familias acuden con regularidad a las instalaciones. Es en la entrada, "la plaza del pueblo", donde se celebran la mayoría de los encuentros. No sólo con los padres: "También invitamos a los abuelos, que vienen a contar cuentos". Estas reuniones de la comunidad educativa se organizan, sobre todo, en días como Carnaval o el amagüestu, para los que la "plaza" se engalana con decoración temática. Una tarea en la que participan los alumnos, el personal y las familias. Con el Día de la Paz a la vuelta de la esquina (se celebra el próximo 30 de enero) planean ya colgar del árbol, con material reciclado y que sirvió para dar color a la Navidad, palomas y mensajes en contra de la violencia. En el espacio, explica la ordenanza Montse González, "también tenemos un biblioteca para los niños" y tras unos biombos se encuentra el comedor donde unos 80 niños almuerzan cada día.

En la cocina, "un valor añadido importantísimo para el centro", según destaca el director, Juan Moreno e Isabel Navero preparan la comida. En La Florida los niños "son de cuchara: les gustan las fabas, los garbanzos y las lentejas". Mientras ellos se esmeran en terminar el menú -pasta con tomate y pollo al limón con verduras-, los alumnos más pequeños juegan con los objetos del "cesto de los tesoros", una actividad que les sirve para trabajar la manipulación y estar en contacto con materiales como la madera. Un proyecto que cumple con los principios metodológicos establecidos "para toda la escuela". Sabino Gómez señala que, no obstante, desde la dirección "se respeta la forma en que las educadoras quieran concretarlos en sus espacios".

Mientras los pequeños revuelven los objetos del cesto y celebran el primer cumpleaños de Ian, María Penanes presume de alumnos: "Son los más guapos". "Esta es una etapa educativa importantísima. Si el aprendizaje se hace bien, el avance queda para siempre", destaca. Conoce en detalle a cada niño, para prestar a todos una atención lo más personalizada posible. "Ian duerme solo, pero a Miguel hay que darle su trapín para que no se lleve el dedo a la boca", detalla.

En un aula cercana, niños de uno, dos y tres años trabajan en un mural sobre el invierno con Aitor Arcoitza y Ana Belén Fernández, que son pareja pedagógica: "Trabajamos mucho las experiencias". Ella va ayudando a los niños a asearse, mientras él les lee un cuento. "A ver, llamad a la luna", les dice él con el libro en las manos. Y los niños van tocando la tapa con los nudillos hasta que el educador abre el libro por la página en la que aparece la protagonista del relato. "¡Luna!", gritan. Ambos reivindican el valor de tener un compañero para que la calidad de la educación de los pequeños sea lo mejor posible. Enfatizan, además, que siempre que el tiempo lo permite tratan de aprovechar los espacios exteriores de una escuela con 125 alumnos y 24 trabajadores: "Hacemos al aire libre todo lo que podemos. Es mucho mejor que estar aquí encerrados".

El educador cuenta, asimismo, que se esfuerzan en que "haya continuidad entre la familia y la escuela". "Somos todos muy cariñosos y muy besucones". En todas las escuelas municipales de Oviedo trabajan sólo otros dos hombres, uno de ellos el director de La Florida, y su figura causa sorpresa en ocasiones. "Al principio, a los padres les choca, pero los nenos están encantados", dice Aitor Arcoitza.

"Yo estoy haciendo una casa". "¡Yo una hamburguesa!". Otro grupo de alumnos de dos y tres años trabajan en un taller para "desarrollar los cinco sentidos". Sobre una mesa rectangular, colocada encima de unos plásticos que protegen el suelo, los alumnos manipulan arroz, azúcar, sal y harina. Les dan formas con ayuda de embudos, espátulas y otros utensilios de plástico y de madera bajo la supervisión de María Jesús Sobrado y Sonia Pravia: "Tened cuidado que la harina levanta polvo", advierten las educadoras. También trabajan así, con alimentos blancos que hacen las veces de nieve, la temática del invierno. Es el tema en torno al cual se aplican estos días los principios pedagógicos comunes del centro. Eso sí, en cada clase de forma adaptada a sus profesores y a sus alumnos y con los ojos puestos en la comunidad: en las familias y en el barrio.

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