Juan Gil (Madrid, 1939) es uno de los más destacados latinistas que ha dado la última escuela española. Académico de la Lengua, su interés por el mundo clásico llega también al extremo Oriente o a Cristóbal Colón, al que dedicó varias monografías. Hoy a las ocho de la tarde en el Aula Magna del Edificio histórico de la Universidad hablará sobre "los usos del latín en la literatura española" dentro de los actos organizados por la cátedra Emilio Alarcos en el 19 aniversario del fallecimiento del lingüista zamorano-asturiano.

-¿Para qué sirve el latín?

-Esa fue la pregunta que se hizo aquel ministro de Franco, "la sonrisa del régimen", que era de Cabra, y alguien le contestó en el periódico que el latín servía para que a él lo llamaran "egabrense y no otras cosas". Bromas aparte, el latín es nuestra historia, lo vemos en las inscripciones de las iglesias, en la ciudad, en nuestra literatura. No digo que sea esencialísimo, pero sí para el que vaya a dedicarse a la historia, la literatura o incluso al derecho. Además, ahora que cada vez tenemos más anglicismo, el inglés usa mucho el latín.

-¿Y estudiarlo? ¿Amuebla la cabeza, como se decía?

-Ayuda cualquier idioma. Ayudaría el Alemán, que tiene las mismas complicaciones de los casos. Menos el inglés, que está muy simplificado, y no tiene ni el problema del género. Pero también aprender ruso o chino organizaría mucho la cabeza. Yo creo que hay que estudiar latín porque es nuestra civilización. Venimos, queramos o no, de los griegos, de los latinos, de los romanos. Y hasta el XVII fue la lengua universal. Con los nacionalismos del XVIII se estropeó, pero podría haber sido una lengua de todos. Otra ventaja es que es un idioma que no es de nadie.

-¿Cómo están los estudios, en las enseñanzas medias y superiores?

-En el instituto, regular. Y en las universidades, no demasiado bien. Pero conviene decir que nunca España tuvo tan buenos latinistas y helenistas como ahora.

-Estudios clásicos que en las grandes Universidades extranjeras no se dejan de lado

-Evidentemente, Harvard, Princeton o Berkeley son departamentos de clásicas punteros en el mundo. Sus historiadores y sus investigadores de clásica son tan buenos como sus Nobel. Una universidad americana buena no descuida la parte de humanidades.

-¿Y en España?

-Estamos al revés y echamos todo por la borda. Es una pena, porque los estudios clásicos en España son ahora excelentes.

-¿Es de los que piensa que se habla peor que nunca?

-No soy tan apocalítpico. La lengua es lengua. Ahora hay gente que escribe muy bien y gente que escribe muy mal. Lo que pasa es que medimos todo por los whatsapp, con abreviaturas, pero las abreviaturas también se empleaban en la Edad Media y nadie se escandalizaba. Era una forma de ahorrar papel y esfuerzo al escribir. La lengua siempre ha estado muy viva y seguirá viva. Ahora todavía tenemos libros y mil aparatos a los que recurrir. ¿Qué hubiéramos dicho cuando llegaron los bárbaros al Imperio Romano y los únicos que sabían leer eran los monjes y los demás sólo hacían cuatro palotes? Estamos mejor en ese aspecto.

-Es académico, pero ¿es muy celoso con lo que está bien o mal dicho o escrito?

-No, el problema es entenderse, y mientras nos entendamos. Ahora la Academia admite "a por" y cuando yo era pequeño no se podía decir. La gente se rasga demasiado las vestiduras con estas cosas, porque el idioma resiste todo.

-¿Conoció a Alarcos? ¿Qué recuerdo tiene de él?

-De admiración profundísima. Tuve la fortuna de conocerlo y era una cabeza clarísima y una inteligencia pasmosa. También era una persona muy afable y con una sorna impresionante. Eso nos falta ahora, más sentido del humor.