¿Nervios? "Los suficientes". Andrea Palomeque esperaba ayer por la tarde en el aparcamiento del campus del Cristo a entrar en el aula donde iba a decidirse su futuro. Quiere dedicar su vida profesional a los niños con cáncer y desea conseguir una plaza de residente en alguna especialidad relacionada con ello. "A veces recibimos una señal", explicaba misteriosa la joven ecuatoriana, acompañada por su novio y varios amigos y bien pertrechada con documentación, bolígrafos, algo de comida y su "papelito de la suerte", en el que alguien le había escrito: "vas a triunfar". Andrea Palomeque estaba ayer entre el millar de médicos que, después de muchos años de estudio, se jugaban su destino en las cinco horas del examen MIR.

De lo decisivo de la prueba es muy consciente Alejandro Braña, jefe del servicio de Traumatología del Hospital Universitario Central de Asturias y presidente del Colegio de Médicos de Asturias, que ayer acompañó a su hijo Ignacio al examen. "Viene con la ilusión de sacar una nota con la que pueda tener el futuro que quiere", contó y luego recordó sus inicios en la medicina. "Yo hice el precedente del MIR, en el Hospital General, que consistía en una entrevista y un examen. Al empezar te daban la llave de la habitación donde ibas a residir -de ahí lo de residente- durante los próximos quince días, que era lo que tardábamos en salir para ir a ver a la familia", contó.

Más de 12.000 médicos concurrieron ayer al examen MIR en todo el país. Se disputan 6.328 puestos de residente. La prueba comenzó a las cuatro de la tarde en toda España. A las tres y media, el personal que la Delegación de Gobierno en Asturias había habilitado para atender el desarrollo de la prueba en el Cristo comenzó a llamar a los jóvenes uno a uno a las aulas reservadas en Económicas y Derecho. La entrada transcurrió sin incidencias notables y en el interior se dieron las últimas indicaciones acerca del uso de móviles -prohibidos y apagados- y salidas -imposibles en la primera hora-.

Todos los aspirantes a MIR llevaban encima algo de comida. "Chocolate, barras de proteína y nueces", contó Carlos Cuadros, de Colombia, a la espera de entrar. El médico dice que Oviedo es "la ciudad perfecta para estudiar el MIR", pequeña y sin distracciones. Su compañero Francisco Vilchez, de Jaén, puso en práctica las recomendaciones de los profesores de la academia MIR de Oviedo, donde preparó el examen desde el pasado mes de junio. "La mañana del examen es para relajarse: despertarse con calma, oír música, comer tranquilo". Contra el estrés, el colombiano Gustavo Valencia se llevó el tabaco. La formación que ha obtenido en Oviedo, explicó, complementa la que recibió en su país. "He conocido enfermedades nuevas, mediterráneas, que allá no estudiamos", comentaba ayer, "la fiebre botonosa, por ejemplo". El ambiente previo al examen era distendido, como el de la espera del comienzo de un concierto o una fiesta. El asunto era mucho más serio, pero los jóvenes médicos, muy bregados en exámenes, mantenían la calma.

Se examinaban para conseguir una residencia en enfermería un centenar de jóvenes. María Valvidares, de Nava, y Carla San Román, de San Sebastián, reconocían no haber tenido tiempo para estudiar, porque habían enlazado un trabajo tras otro. "El año que viene me plantearé si lo preparo en serio o sigo trabajando", comentó San Román.