No se puede ser más de Oviedo que la cantante Lola Casariego, a pesar de que a los 17 años se marchó de la ciudad para estudiar y hacer carrera musical. La soprano proviene de una familia de artistas: su padre, Francisco Casariego Hernández-Vaquero "Nigro", era ingeniero y pintor, sobrino de Joaquín Vaquero Palacios y primo de Joaquín Vaquero Turcios, y nació a unos pasos del teatro Campoamor. Oviedo es la ciudad que ha elegido para hacer público que ella ha padecido y superado un cáncer, en vísperas del concierto que ofrecerá el sábado en el Auditorio Príncipe Felipe con motivo del Día Internacional contra el Cáncer, organizado por la Junta Provincial de Asturias de la Asociación Española contra el Cáncer.
-¿Cómo comienza su relación con la Asociación Española contra el Cáncer?
-Yo he pasado por un cáncer de mama. No lo había contado hasta ahora pero he estado dándole vueltas y he pensado que mi testimonio puede transmitir un mensaje esperanzador. El cáncer es una enfermedad que se puede superar. A raíz de aquello fui con mi hermano Miguel a la Asociación a donar los cuadros de mi padre, Francisco Casariego Hernández-Vaquero "Nigro". Y hablando y hablando, me invitaron a participar en el concierto solidario que organizan todos los años.
-¿Ha superado la enfermedad?
-Ahora me encuentro fenomenal. El pasado 1 de diciembre acabé la recuperación y cerré ese capítulo. Me diagnosticaron el cáncer en noviembre de 2014, con el consiguiente shock; cuando te dan la noticia no te lo puedes creer. Me operaron enseguida en el hospital Santa Cristina de Madrid y el tratamiento lo seguí en el Gregorio Marañón, allí fue donde descubrí la Asociación contra el Cáncer. La enfermedad ha supuesto un impasse de dos años, en los que tuve que dejar de trabajar y emplee el tiempo para cuidar otros aspectos de mi vida.
-¿El cáncer le enseñó algo?
-Sí. Vivimos de espaldas a la muerte, estresados, tirando hacia delante y sin querer ver la realidad. Te pasa esto y descubres lo vulnerable que eres, lo importantes que son las personas que quieres. Para mí el amor incondicional de mi pareja y de mi familia ha sido decisivo para superar la enfermedad. Ahora quiero ir recuperando la actividad que tenía antes: mi pasión es la música y me sigo preparando todos los días, pero no lo quiero vivir con el estrés de antes.
-¿Cómo ha sido su reincorporación a los escenarios?
-He ido poco a poco. Unos días después de terminar con la quimio y la radioterapia me surgió una gira con la Orquesta de Euskadi, luego participé en el estreno la ópera "María Moliner" con un papel muy pequeño en el Teatro de la Zarzuela... Cada vez estoy más fuerte y me siento con más energía.
-Usted ha experimentado en primera persona la reacción de la gente ante un enfermo con cáncer.
-La gente está concienciada sobre el cáncer, muy dispuesta a empatizar y ayudar. Yo estoy empezando a contar ahora por lo que he pasado. Al principio, para mí, fue importante no extender la noticia. Es una experiencia tan intensa que hay que vivirla uno mismo con su círculo más íntimo. Yo no quería que me preguntaran, que me contarán las historias de otros ni quería saber como habían terminado sus casos. Lo primero que te dicen los médicos es que no hay un caso igual a otro. Yo he pasado por el cáncer y creo que la fuerza mental es fundamental para superarlo, y las ganas de vivir.
-Usted en el escenario y los cuadros de su padre expuestos y a la venta, todo para luchar contra el cáncer.
-Es una doble emoción, no solo por el concierto con el Coro de la Fundación Princesa de Asturias sino por la coincidencia con mi padre, que hace ya siete años que murió. A él le hubiera encantado ver que su obra servía para eso.
