Una enfermedad grave, de la que se ha recuperado "casi milagrosamente", mantuvo apartado a Juan Antonio Caballero de la presidencia de la Confederación Estatal de Asociaciones Vecinales (CEAV). La había asumido en 2015 y ayer se reincorporó al cargo, coincidiendo con el consejo federal de la organización, que se celebra este fin de semana en Oviedo. Juan Antonio Caballero se sumó al movimiento vecinal cuando tenía 18 años y cumplidos los 60 sigue en él, en la misma asociación, la del pueblo valenciano de Benicalap, de la que ahora es vicepresidente. "Yo voté por primera vez en una asociación de vecinos, hacia el año 78, cuando no estaban consolidadas las libertades y votar era una cosa rara. Las asociaciones de vecinos siempre han sido escuelas de democracia, nos sorprende que alguna gente ahora esté descubriendo el Mediterráneo en cuanto a funcionamiento participativo o asambleario", reflexionaba ayer en Oviedo.

-¿Cuál es la salud del movimiento vecinal en España?

-Nosotros tendemos a ser hipercríticos: que no bajan los vecinos a las reuniones, que se mueven por una o dos personas, pero hay miles de asociaciones de vecinos. No fuimos reconocidos en la Constitución como un movimiento como el de consumidores o los sindicatos, Se apostó por un modelo europeo y se menospreciaron las cosas que hacíamos aquí. Teníamos un contenido muy urbanístico y antifranquista. No había espacio en la Constitución. Pero no desaparecieron. Las primeras elecciones municipales fueron un problema porque muchas asociaciones fueron vivero de concejales y se cuestionó la existencia del movimiento vecinal. Recupera protagonismo en los años ochenta, con los planes generales de ordenación urbana. Nosotros fuimos los portadores de la peatonalizaciones, del transporte público... cuando la sociedad aún estaba muy influida por el desarrollismo.

-¿Y ahora?

-Nos cuesta mucho un reconocimiento institucional, una financiación reconocida como un derecho y no que dependa del consejero o el concejal de turno. Vivimos en una sociedad liberal, que se distingue por el yo por delante de los demás y nosotros somos de colectivo. Y eso tiene consecuencias. Las soluciones que busca la gente son más personales y nosotros trabajamos con lo que interpretamos que quiere la mayoría de un barrio. Muchos ayuntamientos pretenden llegar al ciudadano obviando las estructuras intermedias, cuando el tejido social se contruye con las organizaciones representativas, transparentes y democráticas. Ahora, nos está costando de nuevo que haya un reconocimiento y se dé espacio al movimiento vecinal.

-¿Proponen abrir canales de participación en las decisiones municipales?

-Nosotros lo hemos intentado de mil maneras. Y hay municipios que se han atrevido, con los presupuestos participativos o consejos de participación, pero se han agotado porque es un proceso muy lento y obligan a compartir el poder. Hemos propuesto reglamentos de participación, pero siempre dependemos de la sensibilidad del político responsable.

-¿La solución, entonces?

-Las instituciones deben reconocer de manera estable al movimiento vecinal, que no tengamos que estar en las trincheras continuamente. Muchos ayuntamientos no saben lo que tienen con las asociaciones de vecinos, porque si las ayudan a consolidarse abren el cauce de participación; pero si lo que pretenden es cederles un local para que dejen de protestar no vamos a llegar ningún sitio. Las asociaciones de vecinos deben desechar la idea de que son la oposición política a los que gobiernan porque de ese modo su capacidad de crítica queda muy limitada. No somos testaferros de la oposición política ni los halagadores del poder. Hay que respetar la independencia del movimiento vecinal.

-No negará cierta instrumentalización política del movimiento vecinal.

-No tenemos complejos a la hora de coincidir con los partidos políticos. Hay líneas que no atravesaríamos nunca: somos defensores de lo público y del estado de bienestar. Los partidos políticos y los sindicatos tienen que estar ahí. No somos antisistema. La relación con los partidos es correcta, lo que no quiere decir que los partidos no intenten manipular.

-¿Algún buen ejemplo de participación vecinal?

-El Ayuntamiento de Albacete lo era con sus presupuestos participativos, hasta que llegó el PP. Ahora lo que prima es testar la opinión de los ciudadanos por vía telemática. No nos parece mal, pero sin debates ni reuniones lleva al desastre. Valencia es un ejemplo: con casi un millón de habitantes sólo ocho mil han participado en el proceso de consulta telemático abierto. Mucha gente se estrena ahora en el gobierno, sin experiencia, son profesores universitarios que manejan bien esas tecnologías, pero es que la mayoría de los españoles no son profesores de Universidad, ni los jóvenes son los dueños del mundo, y parece que sólo se gobierna pensando en una élite.